Brasilia. Muchos lo enterraron políticamente cuando fue encarcelado por corrupción, pero el ícono izquierdista Lula anhela un tercer mandato para “arreglar” el país y devolver “la felicidad” a los brasileños, que conocieron años de prosperidad durante sus primeros gobiernos.
Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años recién cumplidos, resucitó cual “ave fénix” en la política tras la anulación de su condena por la corte suprema y este domingo encara la segunda vuelta de su sexta elección presidencial, frente al ultraderechista Jair Bolsonaro. Y las encuestas lo muestran como favorito, aunque por pocos puntos.
Jair Bolsonaro: Excapitán ultraderechista que busca su reelección en Brasil
“Precisamos arreglar este país para que el pueblo brasileño vuelva a sonreír”, dijo estos días el exsindicalista salido de la pobreza, que durante su campaña ha prometido recuperar el poder adquisitivo para que la gente “pueda volver a comer una picaña (tipo de corte de carne muy popular en Brasil) y tomar una cervecita” los fines de semana.
Dos veces presidente entre el 2003 y el 2010, Lula dejó el poder con una popularidad de casi 90% tras una gestión en la que 30 millones de los más de 200 millones de brasileños salieron de la pobreza.
Y se granjeó un enorme prestigio internacional como piloto del “milagro” económico brasileño, empujado por los altos precios de las materias primas. Aunque de ganar, no podrá contar con la misma bonanza: si bien la economía da señales de mejoría, con crecimiento, menos inflación y más empleo, está lejos de la prosperidad de los años 2000.
Una diminuta cabaña de barro, réplica de la de su familia cuando nació el 27 de octubre de 1945, recuerda sus orígenes humildes en el empobrecido noreste de Brasil.
Sétimo hijo de un matrimonio analfabeto, Lula fue abandonado por su padre antes de que la familia emigrara, como millones de coterráneos, a la industrializada metrópoli de Sao Paulo.
Fue vendedor ambulante y lustrabotas. A los 14 años inició su formación de tornero, perdió un meñique al manipular una máquina y al final de la década de 1970, como líder del sindicato de los metalúrgicos, lideró una histórica huelga que desafió a la dictadura militar (1964—1985).
Disputó las primeras presidenciales tras la democratización, en 1989, y luego en 1994, 1998 y el 2002, cuando venció y se convirtió en el primer jefe de Estado brasileño salido de la clase obrera. “Me hubiera gustado ser doctor, pero tuve la suerte de que ustedes me dieron el primer diploma de mi vida, el de presidente de la República”, dijo en un mitin.
Lula coronó su doble mandato consiguiendo la sede del Mundial de fútbol del 2014 y los Juegos de Río 2016. Pero su trayectoria política se vio empañada por escándalos de corrupción.
Fue reelegido pese al caso del “Mensalao”, una millonaria contabilidad ilegal montada por el Partido de los Trabajadores (PT) —que cofundó en 1980— para comprar el apoyo de congresistas.
Terminó igualmente envuelto en la Lava Jato, la mayor operación anticorrupción de la historia del país, enfocada en una gigantesca red de sobornos en torno a la petrolera estatal Petrobras.
Lula y Bolsonaro se enfrentan el domingo tras intensa campaña electoral
Fue condenado en el 2017 a nueve años y medio de prisión por la obtención de un apartamento de una constructora a cambio de contratos públicos, aunque siempre defendió su inocencia. Estuvo 19 meses en prisión y en el 2021 recuperó sus derechos políticos con la anulación de su sentencia por irregularidades procesales.
Perdió a un hermano y a un nieto de siete años mientras estuvo entre rejas. “Me quedé tranquilo, preparándome como Mandela se preparó durante 27 años, como Gandhi se preparó toda su vida, para salir de prisión sin rabia”, dijo el expresidente.
Padre de cinco hijos y sobreviviente de cáncer, Lula se casó por tercera vez en marzo con la socióloga Rosangela da Silva, “Janja”. “Podía vivir mi vida con ‘Janja’ y dejar la política”, pero “tengo una causa, que es enderezar los derechos del pueblo brasileño”.
Lula monopolizó el liderazgo de la izquierda brasileña, sin abrir mucho espacio para un relevo generacional. De nueve elecciones en democracia, incluida la actual, solo se habrá ausentado de tres.
De cualquier forma, adelantó que no aspirará a la reelección si gana. “Si me eligen, seré presidente de un solo mandato”, prometió. “La naturaleza es implacable”, agregó.