Yo voté que no en el célebre referéndum sobre la entrada de España en la OTAN, veintiséis años hace ya, que se dice pronto. Nos sentíamos parte de una izquierda idealista, romántica y desde luego sentimental, aunque no militásemos –como ha sido siempre mi caso– en ningún partido. OTAN no, bases fuera, se repetía, casi se cantaba por todas partes. Era un puro alborozo. En aquella consulta el PSOE acabó pidiendo el sí, lo cual les costó un tremendo desgarro interno. Felipe González lanzó un ...