El 20 de junio fueron asesinados los sacerdotes jesuitas, Joaqu?n Mora y Javier Campos, en el propio templo donde ejerc?an su apostolado uno hac?a 40 a?os, y el otro, 20 a?os y un gu?a de turismo.
El crimen inmediatamente tuvo eco internacional, nacional y regional.
El Papa, que es de la orden de los jesuitas, el Episcopado mexicano, la Provincia de los Jesuitas, inmediatamente condenaron el hecho y le pidieron al gobierno federal una revisi?n de su estrategia de combate al narcotr?fico, un asunto nacional que desde hace d?cadas se le dej? crecer, raz?n por la que hoy en d?a en cualquier familia, barrio, club, equipo deportivo, existen narcos peque?os y engrande, con sus ?halcones? encargados de dar el ?pitazo?.
El asesinato de los jesuitas ha dolido mucho en la regi?n lagunera ya que se trata de equipos sacerdotales bien consolidados y que tiene una enorme influencia en la regi?n lagunera.
La gente, por su parte, los quiere, y en tiempos vacaciones muchos alumnos y pap?s suelen ir de vacaciones a la regi?n tarahumara.
En las ciudades laguneras, es muy frecuente convivir con ciudadanos tarahumaras.
Hay en el Seminario diocesano de Torre?n seminaristas tarahumaras.
Los sacerdotes asesinados, muchas veces estuvieron dando orientaciones de vida cristiana en Torre?n.
Es brutal lo que hacen los narcotraficantes y de frente no hay ej?rcito del mundo que los aplaque.
El asunto es que la intenci?n de asesinar es ?ntima, y nadie sabe qui?n quiere asesinar a quien, pues la determinaci?n es interior, espiritual del mal esp?ritu, que no se anula ni con muchos polic?as cuidando a una persona.
Ya las noticias nos dan raz?n de muchos guardaespaldas que fueron asesinados juntamente con sus jefes.
Esta violencia que estamos experimentando, no se deriva de una sola causa sino de muchas que hay que atorarle al mismo tiempo.
Desde nuestras familias, estamos da?ados por la desconfianza, el temor, el rencor, el deseo de venganza, etc., y todo esto es semilla de violencia.
La soluci?n a la violencia no est? en la abundancia de polic?as sino en la pureza del coraz?n.
No es posible tener una sociedad sana si no tenemos una conciencia bien intencionada, una voluntad bien ejercida en la pr?ctica del bien y una p?rdida del orgullo personal que se le hace f?cil disponer de la vida de los dem?s, sin fijarse en las consecuencias de dejar viudas desamparadas, hijos hu?rfanos; rencores que se van a ejercer tiempos despu?s; esp?ritus agriados en la vida que no se curan con el tiempo.