Cuando Porsche introdujo el Cayenne en 2002 descubrió una tecla mágica para el resto de fabricantes: los SUV de lujo eran una máquina de imprimir billetes. Los aficionados pusieron el grito en el cielo: ¿Cómo un fabricante de deportivos podía pervertir sus ideales y abandonar su negocio principal?
El que los fabricantes de deportivos hagan SUV es, en definitiva, una buena noticia para los entusiasmados del motor: les permite contar con la cuenta de resultados sana para dedicar el presupuesto excedente a locuras ultra limitadas sin tener que depender de las ventas de ellas para garantizar su futuro. Y es innegable que en los últimos 20 años, Porsche ha creado algunos de los mejores deportivos del mundo.
Cuando nació el Cayenne, la competencia lo miró con condescendencia. Ferrari, Lamborghini y Aston Martin juraron no ceder y mantenerse firmes en su intención de hacer solo deportivos de lujo. De estos tres, los dos últimos ya tienen un SUV en el mercado y el primero va a lanzar el suyo a finales de este año.
Dentro de las muchas opciones disponibles para los que puedan considerar irse a Andorra —Rolls-Royce, Bentley, Maserati, Porsche y Aston Martin tienen todos SUV a la venta—, el Lamborghini es el que más encaja con el rico joven: futbolista, rapero, youtuber o millonario de criptomonedas.
Para estas marcas, hacer un todocamino es una novedad, pero Lamborghini tiene pedigrí en este ámbito. En la década de 1970 creó el LM002, un modelo espartano y resistente, más cerca del antiguo G-Wagen de Mercedes-Benz con el potente motor V12 del Diablo. No se vendieron muchos de ellos, pero los coleccionistas están interesados en tener un modelo exótico.
En cambio, El Urus es todo un éxito de ventas. De los 8.000 coches que matriculó la marca de Sant'Agata Bolognese en 2021, unos 5.000 se trataron del SUV. Y, aunque ponga Lamborghini en grandes letras cursivas en la parte trasera, cabe recordar que se trata de una apuesta cauta del Grupo Volkswagen: un coche que realmente no podía fallar.
La plataforma es la de un Audi Q8, el motor y la caja de cambios, los más potentes disponibles en el Porsche Cayenne, las suspensiones del Bentley Bentayga, el sistema multimedia del Audi A8 y los controles del volante vienen directamente de la caja de componentes de Audi —que también usan Seat, Skoda o Volkswagen—.
Y, a menos que elijas los modos Sport o Corsa, es muy silencioso, cómodo y refinado. No es lo que uno se imagina de un Lamborghini, sino que se siente como un Audi: elegante y potente pero educado, sin superar los decibelios apropiados para los vecinos.
Por supuesto, una vez seleccionados estos, se abren los tubos de escape con una nota grave y un rugido inconfundiblemente dramático e italiano. El motor es un V8 biturbo —la primera vez que un Lamborghini usa esta tecnología— que tarda un poco en entrar en acción, pero, una vez lo hace, el coche sale disparado con facilidad.
Es un Lamborghini, así que tiene que ser rápido. Los 650 caballos de los que dispone se aseguran de ello y las suspensiones están bien ajustadas para que no se note el peso y altura adicionales. Los ingenieros lo han hecho tan bien que es fácil olvidar que se trata de un todocamino con capacidad para cinco personas y su equipaje, así como de llevarlos a pasar un fin de semana en escasas horas a los Pirineos.
En cuanto al diseño, sí, es angular, pero es mucho más comedido que los otros modelos a los que nos tiene acostumbrados la marca. Es elegante, moderno y atractivo, pero no es tan arriesgado como el resto.
En donde sí se puede optar por lo más llamativo es en el departamento de colores: si bien el concesionario contaba con una unidad plateada muy futurista, los más comunes son el amarillo, el verde lima o, el que condujimos nosotros, el morado metalizado. Aciertos para el público rico joven.