Mientras huía al exilio, recordó que no siempre se llamó Laura Avellaneda. En el Buenos Aires de 1952, la vida aún no tenía los destellos violentos del ‘77. Es posible imaginar acaso otra biografía. Por ejemplo: en una pieza pequeña del barrio de Boedo, una nena, a la que llamaron María, juega con una muñeca negrita que ama: será la única muñeca que tendrá en su vida porque, en verdad, odia las muñecas.