El titular del Juzgado de Instrucción número 2 de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, ha retirado el pasaporte e impuesto obligación de comparecer quincenalmente en sede judicial a Juan Padín, patrón del buque Villa de Pitanxo que naufragó el pasado febrero dejando 21 fallecidos, los mismos que se le imputan como presuntos delitos de homicidio por imprudencia y contra los trabajadores. No podrá salir de España.
En un auto dictado este lunes, el juez expone que en este caso, «atendiendo a las circunstancias personales» de Padín, «constando en la causa existencia de arraigo suficiente, no apreciándose riesgo de fuga y siendo la prisión provisional incondicional una medida de carácter excepcional», procede acordar una medida «menos gravosa» para sus derechos y por eso, le deja en libertad pero con cautelares.
Conforme explica el auto, el buque, de 24 metros de eslora, sólo llevaba en cualquier caso dispositivos de salvamento para dos personas, cuando lo que figura en el despacho de la Capitanía Marítima de Vigo es que salió de puerto con 24 tripulantes a bordo, «lo que permite suponer que se carecía de medidas de seguridad» para todos. Se le imputan 21 homicidios por imprudencia grave y delitos contra los trabajadores.
Padín ha comparecido como imputado en esta sesión a la que han acudido como testigos los otros dos únicos supervivientes del naufragio, su sobrino Eduardo Rial y el marinero ghanés Samuel Koufie. Durante su declaración, en la que ha declinado contestar a las preguntas de los letrados de las familias, ha asegurado que el traje térmico de protección que tanto él como su sobrino llevaban en el hundimiento, a diferencia del resto de la tripulación, estaba a disposición de todos los ocupantes del barco y era responsabilidad de cada uno equiparse.
Asimismo, según informaron en fuentes presentes en la comparecencia, ha insistido en que no hubo ninguna decisión en su mano que empeorase la situación porque el problema fue un fallo del motor de la embarcación, que paró en seco y no su resistencia a soltar los aparejos que llevaron el buque a embarrar y escorar hasta el punto de entrar agua, tal y como declaró Koufie ante la Guardia Civil que levantó el primer atestado a su vuelta a España de aguas de Canadá.
El capitán se ha centrado en que cuando se detuvo la embarcación, había gente que estaba descansando, incluido Koufie, pero el grueso de la tripulación estaba faenando en cubierta y que en cuanto vio que estaba entrando agua, con el barco ya muy escorado, avisó del peligro y dio las tres pitadas para ordenar abandonar el buque. Ha asegurado, de acuerdo a las fuentes consultadas, que por megafonía estuvo ordenando a los tripulantes que se pusieran el traje de seguridad que cada uno tenía en su camarote y que vio gente subir con él en la mano, pero cuando entró en la balsa sólo su sobrino y él lo llevaban puesto.
En cuanto a la balsa de babor – él iba en la de estribor- ha explicado que la dejó a cargo del primer oficial y la última vez que la vio fue cuando el barco se fue al fondo. No sabe si iba alguien a bordo o no, sólo ha podido decir que llamó a voces y no recibió respuesta. Después, se alejó a la deriva. Las autoridades canadienses la encontraron vacía.
En lo que sí ha incidido es en su sorpresa ante el cambio de versión de Koufie, que sólo explicó su visión de los hechos una vez estaba en España y difiere radicalmente de su relato. Para el capitán, ni el barco embarró ni eso provocó el escoramiento. Todo tuvo origen en el fallo en seco del motor.
Según informan en fuentes jurídicas, Koufie ha mantenido su relato, a ratos estremecedor, en este sentido mientras que el sobrino del patrón, que acudía como testigo, ha optado por cerrar filas con su tío. Ha ofrecido la misma versión: que el motor paró de golpe y que el traje que protege de las bajas temperaturas en esas aguas se lo puso quien pudo o quien quiso. No obstante, las mismas fuentes inciden en que ha incurrido en varias contradicciones.
Koufie es la línea discrepante. A preguntas de las partes ha negado que el capitán diese orden alguna de abandonar el buque pese a la gran cantidad de agua que ya estaba entrando porque se había escorado del todo, más allá de un «¡subid hostias!» a voces cuando ya era demasiado tarde. Según el marinero ghanés, parte de la tripulación fue entonces a buscar los trajes y ya no pudo subir al puente.
Su posición es que el barco embarró por la negativa a levantar los amarres y después, escoró hasta entrar agua. Sitúa en ese y no en otro, el momento en que se paró el motor. Él, al escuchar las maquinillas forzando y apreciar que pese a ello el barco no viraba, subió al puente y fue entonces cuando se encontró con que empezaba a escorar. Había marineros que gritaban «arria el cable», pero nada se hizo.
Koufie ha declarado que desconoce si había o no trajes para todos, pero sí fue testigo de gente que fue a buscarlos a los camarotes cuando ya era demasiado tarde y no pudieron regresar al puente. También ha reiterado que al llegar a tierra y también por teléfono después, el capitán le aleccionó en lo que tenía que hacer y que decir: que se había parado el motor, que había dado la orden de ponerse los trajes y abandonar el barco y que en el Villa de Pitanxo, justo aquel día, se había hecho un simulacro. Nada de eso, según la testifical del marinero ghanés fue nunca cierto.