El barrio de la calle Feria ha vuelto a sufrir otro episodio de okupación forzosa en uno de sus entornos más significativos. La nueva víctima es un edificio de arquitectura regionalista propiedad de Endesa, anexo a un centro de transformación que provee al vecindario y catalogado con el nivel 'E' de protección, y los grandes perjudicados son los vecinos de la calle González Cuadrado, que viven «aterrados» por la violencia de sus nuevos moradores, que se han hecho con el poder del bloque tras expulsar «a palos» a los primeros ocupantes ilegales.
Según explican los vecinos, este caso tiene sus particularidades: el edificio, abandonado desde hace años por Endesa aunque anexo al grupo electrógeno en uso, fue asaltado hace un mes y medio por unos okupas «relativamente tranquilos». Señalan que, a diferencia del principal edificio apropiado ilegalmente en el barrio, estos moradores no son extranjeros: «Son bastante conocidos en el Casco Antiguo, con amplios historiales conflictivos en el entorno del Pumarejo». Semanas después de aquel primer asalto, el edificio cambió de manos cuando un grupo insurrecto lo invadió por medio de una operación «violenta». De aquella batalla campal salían «escopeteados» los primeros: «Llamaban desesperados a nuestros
telefonillos para que les diéramos refugio y atendiéramos sus heridas, algunos con el rostro ensangrentado». Aún más curiosa es su siguiente información: «Los primeros okupas necesitaron entrar con escolta policial para recuperar sus enseres».
Los vídeos que acompañan a la denuncia atestiguan la difícil convivencia a la que optan los vecinos de la calle González Cuadrado. Se escuchan y visualizan discusiones, gritos, agresiones, lanzamiento de muebles desde un tercero hacia la calle... «La policía se ha personado en varias ocasiones, pero tal como vinieron se fueron. Nos dejan una sensación de máxima desprotección», lamenta Pedro.
Este periódico ha consultado a fuentes municipales sobre los posibles procedimientos de la Policía Local de Sevilla, señalando que «las actuaciones que se han llevado a cabo se han producido tanto a requerimiento de vecinos como de forma preventiva para garantizar la convivencia. Hasta que no se produzca la recuperación por la propiedad con autorización judicial, proceso muy lento, la Policía Local atenderá los requerimientos».
Por su parte, Endesa, propietaria del bloque número 42 de la calle González Cuadrado, explica que el edificio que albergaba el antiguo centro de distribución eléctrica «se encuentra en desuso», aunque les preocupa que está anexo el vigente centro de transformación. «A raíz de tener conocimiento de la ocupación, hemos presentado una denuncia ante la Policía Nacional, para que nos orienten qué podemos hacer al respecto. Con esa denuncia pueden intentar un primer desalojo, y si no es posible tendremos que presentar una demanda de desahucio». La empresa eléctrica asegura que ha puesto el problema en manos de su área de asesoría jurídica.
Y es el citado transformador eléctrico el que más preocupa a los vecinos, por la peligrosidad del aparato: «Ahí impera la ley de la selva. Actualmente no tienen luz, pero les hemos visto varias veces intentando forzar el grupo electrógeno. Puede ocurrir una desgracia». Han convocado una reunión vecinal para este martes y pretenden protestar el miércoles frente a la sede central de Endesa, en la avenida de la Borbolla. «Necesitamos que pongan una demanda de desahucio por la vía de urgencia».
El Casco Antiguo, un barrio desprotegido
El movimiento okupa es uno de los grandes males que asolan a la zona norte del distrito Casco Antiguo, junto a la falta de limpieza de sus calles (la cochambre y el orín se solidifican en sus acerados) y a la impunidad de los grafiteros, que han convertido al espacio que abarca entre la Alameda de Hércules y la Macarena en el gran lienzo de la ciudad para las pintadas más gamberras. Y este nuevo edificio resulta ser el gran paradigma del problema endémico del barrio: una fachada enladrillada cubierta de capas de pintura y rebosante de suciedad e insalubridad. Cabe recordar que en el otro extremo de la calle Feria, próximo a la Resolana, se mantiene completamente okupado otro edificio que se construyó hace ahora diez años y jamás se entregó sus propietarios. Desde hace dos años tiene unos moradores que han generado numerosos problemas a los vecinos.