En Cenicientos, al caer la tarde de un día de primavera, el pueblo parece un municipio casi abandonado. Una parte de sus 1.980 habitantes trabajan en Madrid y la mayoría de los que se quedan permanecen en sus casas a la espera de que el sol se recoja y puedan salir con el frescor de la noche. Las pequeñas calles vacías desembocan en una plaza, la del ayuntamiento, donde en la puerta, un coche de alta gama aparcado enfrente, con un capote taurino en miniatura en el salpicadero, indica que la alcaldesa sigue dentro. «Es el coche que conduce, pero no sabemos si es la titular», comentan. A nadie le extraña el vehículo, o al menos no lo dicen en...
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