Un toro con casta, un torero con relaños y un abrigo. No hace falta mucho más para escribir una historia. Que se lo digan a Diego Mazquiarán, 'Fortuna', y a los miles de madrileños que le vieron dar varios pases y terminar estoqueando a un imponente astado en plena Gran Vía, a la altura de la Red de San Luis, como si aquello fuera la plaza de Las Ventas.
Encima, era un día frío del inclemente enero madrileño del año 1928, a las ocho de la mañana. El toro, al parecer, era conducido por la carretera de Extremadura cuando se desmandó y, en compañía de una vaca, se echó a rodar por el asfalto madrileño: primero subió por el puente de Segovia, luego entró en el paseo de la Virgen del Puerto, y terminó subiendo por la Cuesta de San Vicente y llegando a la Plaza de España, pese a los esfuerzos ímprobos del vaquero que trataba de reconducirlo. Con el consiguiente susto de los transeúntes.
El cronista de ABC relata cómo en este punto surgieron varios espontáneos, aficionados al arte de Cúchares, que intentaron lidiar al animalito. Pero era mucho toro para simples diletantes. Así que toro y vaca siguieron su recorrido, causando enorme alarma por las calles, donde los comercios y los portales se cerraban a su paso.
Por Leganitos arriba, el toro corría desenfrenado, y se llevó por delante a una mujer de 66 años, Juana López López, que no tuvo la agilidad suficiente para salir por piernas. Fue volteada y resultó policontusionada y herida de gravedad. No fue la única: Anastasio Martín, ordenanza de la Comisaría del Hospicio, fue también alcanzado con un puntazo en el glúteo. Y Andrés Domínguez, un ciudadano de 67 años, tras su encuentro con el toro tuvo que ser asistido en la Casa de Socorro del barrio de Palacio.
Gran Vía madrileña
Entre embestidas y carreras, el toro llegó a la plaza del mercado, donde «las numerosas compradoras corrían en todas direcciones», señala la crónica. Las cestas volaban, dejando caer por el suelo las viandas. Los animales toparon contra algunos puestos y echaron abajo su contenido. Así las cosas, su paseo llegó hasta la Gran Vía, ya a las once de la mañana.
Quiso la suerte que en ese momento pasara por allí el torero Diego Mazquiarán, 'Fortuna', que iba junto a su esposa a visitar a los padres de ella. Al ver lo que ocurría, puso a un lado a su mujer, se quitó el abrigo para utilizarlo a modo de muleta, y comenzó a darle pases al bicho. Desde el Casino Militar, donde observaban la escena, enviaron al torero un sable para que lo utilizara como espada; algo que no funcionó, por lo que el diestro envió a un muchacho a su casa para que le dieran el estoque.
Quince minutos tardó el chaval en volver, y ese mismo es el tiempo que hizo durar la faena 'Fortuna'. Ya armado con el estoque, hizo una primera incursiónobservaba que no fue suficiente, y utilizó el descabello para acabar con el animal, entre ovaciones del improvisado público.
La res quedó tendida sobre los adoquines, el público aplaudía y de entre ellos se destacó un grupo que levantó en hombros al diestro y le trasladaron hasta un café de la calle de Alcalá.