Colin Cantwell tuvo una carrera muy corta en el cine, apenas una década en activo, pero dejó tras de sí un legado difícil de superar. Debutó de la mano de Stanley Kubrick en '2001: Una odisea en el espacio', en 1968, como especialista de los efectos especiales de fotografía, para después llegar a su cénit en la profesión, en 1977, con la creación de La estrella de la muerte y tantas otras naves espaciales de 'Star Wars', de Georeg Lucas. Ese mismo año participó en la aclamada 'Encuentros en la tercera fase', de Steven Spielberg, como especialista en diálogos técnicos. Colin Cantwell murió este pasado sábado en su casa de Colorado, muy lejos de cualquier foco de popularidad. Tenía 90 años.
Porque la vida de Cantwell estaba, en realidad, muy lejos del cine. Pese a haber trabajado con tres de los más grandes directores de la historia, Cantwell se centró en otros proyectos. Ya desde sus inicios destacó en campos muy amplios, que van de la animación a la arquitectura o a la ciencia ficción. Una mochila que, sin duda, aprovechó para dar forma a las naves X-wing, el caza TIE, el Destructor estelar clase imperial y La estrella de la muerte.
Lejos del cine también triunfó. El arquitecto estrella Frank Lloyd Wright invitó personalmente a Cantwell a asistir a su Escuela de Arquitectura después de conocerle tras licenciarse en la Universidad de California en animación. Tras esto, y antes de trabajar con Kubrick, Cantwell trabajó para la NASA creando programas educativos para que el público comprendiera mejor los vuelos espaciales y también en el programa de propulsión.
A Cantwell también se le recuerda por ser el asesor del periodista Walter Cronkite, popular en Estados Unidos por retransmitir en directo en alunizaje en 1969. Cantwell fue el enlace entre la NASA y los astronautas con la prensa que en ese momento retransmitía uno de los primeros grandes eventos globales.
Entre tanto, Cantwell escribió dos novelas de ciencia ficción, 'CoreFires 1' y 'CoreFires 2'.
