No habíamos terminado de recuperarnos del sobresalto que nos ha provocado el SARS-CoV-2 con sus diferentes variantes y ahora brotes de viruela del simio han venido a decirnos que en el mundo hay virus y que pueden provocarnos daños. Por si, por casualidad, comenzábamos a olvidarnos de ello.
Lo llamativo de este asunto es que estos brotes no son nuevos, tal y como ilustró Raúl Rivas González en su artículo sobre esta viruela. Ya en 2003, la importación de animales salvajes a Estados Unidos y su relación con animales de ese país provocó que el virus de la viruela del simio contagiase a animales utilizados como mascotas y acabase provocando esta enfermedad a más de 800 personas.
De hecho, desde hace tiempo se lleva alertando sobre el hecho de que el cese de la vacunación contra la viruela humana en zonas endémicas del virus de la viruela del simio ha provocado aumento de los casos de infección por este virus en humanos.
¿Nos suena la historia? Es bastante conocida. Virus afecta a animales salvajes, esos animales salvajes interactúan con el ser humano, contagio del ser humano por virus que afectan a otros mamíferos y, finalmente, problemas de salud en los humanos. Acabamos de casi salir de una pandemia que debería haber activado las alarmas sobre estos hechos.
Si quieren conocer más sobre la facilidad con la que ocurren estas zoonosis o infecciones que pasan de sus organismos habituales a otros animales, les recomiendo que lean el libro Contagio de David Quammen. Preocupante, muy preocupante.
¿Cómo infecta el virus a las células?
Tras dos años de pandemia y hablando de virus, mutaciones y cepas casi todos los días, ya deberíamos conocer que no todos los virus se contagian de igual forma. En esencia porque el mecanismo que utilizan para entrar en las células es diferente. Y eso hace que afecten a unas células y no a otras, además de transitar entre personas contagiadas y no contagiadas de manera diferente.
Afortunadamente, los virus de la familia que causa las viruelas, los Orthopoxvirus, no son virus que se dispersen fácilmente por el aire, aunque sí están presentes en las gotitas de aire que soltamos al toser o estornudar. A diferencia de los aerosoles por los que se dispersan los coronavirus, los virus de la viruela requieren un contacto más directo con los contagiados y con sus efluvios. Otra ventaja se encuentra en el hecho de que la capacidad de contagio comienza cuando las primeras pústulas ya están presentes en boca y garganta, por lo que un contagiado fácilmente puede prevenir el contagio de otras personas.
A diferencia de otros virus, la estructura de los virus de este grupo es muy compleja. Eso les permite usar diferentes mecanismos para infectar las células a las que invade, incluyendo la hemaglutinina utilizada por los virus de la gripe. Los simios y los humanos somos tan parecidos que un virus que afecte a los simios puede sin duda afectar a los humanos empleando los mismos mecanismos. Al fin y al cabo no somos más que una rama evolutiva desgajada del tronco común del que también salen nuestros primos, los simios. Y, además, la variolización utilizada por Edward Jenner para inmunizar a casi toda la humanidad se basa en este principio: la similitud entre el virus de la viruela vacuna y el humano.
Como en el caso de la viruela humana, el virus de la viruela del simio utiliza a las células del sistema inmunitario como blanco. Esto explicaría las inflamaciones de los ganglios que se observan en esta infección. Las primeras células a las que afectan son monocitos, que se convierten en macrófagos en los tejidos y que pueden llegar a otros órganos como la piel, donde se producen las pústulas.
Una particularidad interesante de estos virus es que se dispersan entre las células pasando directamente de una célula infectada a otra no infectada mediante puentes generados por el citoesqueleto. Es decir, manipulan la organización del citoesqueleto para generar puentes que permitan el paso de los virus de una célula a otra sin necesidad de salir al exterior. Mantenerse “escondidos” hace que el sistema inmunitario basado en anticuerpos no los pueda detectar con facilidad.
¿Qué podemos hacer ante esta nueva amenaza?
Para frenar los brotes, lo primero que hay que hacer es detectar a los infectados, aislarlos y evitar cualquier otro contagio. Aquí, encontrar al o a los pacientes cero resulta esencial para cortar el contagio.
El segundo reto es más complejo, ya que supone eliminar ciertas prácticas que están provocando que estas zoonosis sean cada vez más graves. Lo que deberíamos hacer es evitar consumir y distribuir animales que se encuentran en la naturaleza, y especialmente en la naturaleza de zonas poco frecuentadas por humanos. Estos animales sufren enfermedades provocadas por organismos que fácilmente podrían pasar a nosotros. Creo que ya deberíamos haber tomado nota al respecto.
Y, obviamente, conociendo que la inmunidad contra la viruela humana protege frente a la viruela del simio, lo más sencillo es utilizar dosis de vacuna contra la viruela humana, que de sobra sabemos que funciona, e inmunizar a quien necesite ser inmunizado. De hecho, esa estrategia es la que parece haber adoptado rápidamente el gobierno español adquiriendo miles de dosis de la vacuna. Esperemos no tener que utilizarlas.
Guillermo López Lluch. Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes. Universidad Pablo de Olavide.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.