Esta semana, la ?lite mundial se reunir? una vez m?s en Davos, Suiza, despu?s de un par?ntesis de dos a?os a causa de la pandemia, para celebrar el Foro Econ?mico Mundial. La conversaci?n girar? en torno a la desglobalizaci?n y sus disgustos. Espero que los titulares sean que el desacoplamiento entre China y Estados Unidos es indefendible, que el libre comercio siempre funciona tal como David Ricardo pens? que lo har?a, y que a menos que volvamos al statu quo del neoliberalismo de mediados de la d?cada de 1990, nos espera la perdici?n.
Los lectores de esta columna sabr?n que no estoy de acuerdo. S?, nuestra ?ltima ronda de globalizaci?n produjo m?s riqueza de la que el mundo ha conocido jam?s. Por desgracia, como se?ala el economista Dani Rodrik, por cada d?lar de aumento de la eficiencia del comercio, normalmente hay 50 d?lares de redistribuci?n hacia los ricos. Las consecuencias econ?micas y pol?ticas de esto son la raz?n principal por la que nos encontramos en un periodo de desglobalizaci?n.
Incluso cuando las cadenas de suministro se vuelven m?s regionales y locales, los acad?micos y los responsables de la formulaci?n de pol?ticas siguen debatiendo si el desacoplamiento es posible. Deben salir de la torre de marfil y hablar con m?s ejecutivos y l?deres sindicales. Mientras los economistas debaten sobre lo ?posible?, las empresas no hacen m?s que enfrentarse a la nueva realidad de un mundo posneoliberal y adaptarse de forma creativa y, en algunos casos, incluso potenciando el crecimiento.
Los mercados emergentes de Am?rica Latina, ?frica y Asia, por ejemplo, est?n desarrollando redes de producci?n regionales para bienes cruciales. En ?ltima instancia, esto puede crear v?as de comercio m?s resilientes y nuevos modelos de desarrollo que no est?n vinculados a la exportaci?n de productos baratos a un pu?ado de naciones ricas a trav?s de largas rutas de transporte que cada vez se vuelven m?s caras y pol?ticamente controvertidas.
En casi todas partes, las tecnolog?as descentralizadas y los macrodatos (big data) permiten una producci?n m?s ?local para lo local?, algo que tal vez termine siendo bueno para el planeta. La fabricaci?n aditiva es otro de los grandes temas de la agenda de Davos. Las casas impresas en 3D, por ejemplo, no solo surgen como una soluci?n de vivienda r?pida en zonas de desastre, sino en pa?ses ricos como Estados Unidos como una posible soluci?n a la inflaci?n de los alquileres.
En resumen, el mundo posneoliberal no es del todo malo ni del todo bueno, solo es diferente. Y, sobre todo, es m?s bien un reflejo de las realidades sobre el terreno. Uno de los grandes mitos del comercio de laissez-faire es que la pol?tica y los valores culturales no importan: si dos pa?ses pueden hacer comercio juntos, los dos ser?n siempre m?s ricos y estar?n mejor, y punto. Es el cl?sico tropo ricardiano, pero ni siquiera el propio Ricardo lo cre?a por completo.
No solo no imagin? la tecnolog?a que permitir? la subcontrataci?n de cadenas de producci?n enteras (en lugar de materias primas para productos terminados, que era la norma en 1817), sino que cre?a que ?la mayor?a de los hombres con bienes se conformar?n con una tasa de utilidades baja en su propio pa?s, en lugar de buscar un empleo m?s ventajoso para su riqueza en naciones extranjeras?. Es evidente que nunca hab?a estado en Davos.
No hay que fomentar el nacionalismo, pero s? hay que cuestionar la sabidur?a econ?mica convencional. Consideremos el debate en torno a la industria de fabricaci?n, otro tema del foro. Muchos economistas se?alan que la industria de fabricaci?n representa una proporci?n peque?a y cada vez menor de los puestos de trabajo en los pa?ses ricos y tambi?n en muchos pobres. Los pa?ses deben desprenderse del trabajo en las f?bricas a medida que ascienden en la cadena alimentaria hacia los servicios. Pero, como sabe cualquier persona del mundo empresarial, estos sectores siempre han estado m?s entrelazados de lo que indican los datos sobre el empleo, y lo est?n cada vez mucho m?s en nuestra ?poca.
Las investigaciones muestran que las empresas de todo tipo que hacen un uso intensivo del conocimiento suelen surgir con m?s frecuencia en los centros de fabricaci?n, estimulando niveles m?s altos de crecimiento en los pa?ses que las crean. El cambio continuo a nuestra siguiente etapa de desarrollo digital, desde el internet de los consumidores al internet de las cosas, pondr? esta tendencia en esteroides. Al tener en cuenta que los datos viven en los productos de fabricaci?n, ya no existe una l?nea divisoria entre el trabajo de f?brica y el trabajo del conocimiento.
Pensemos en algo tan sencillo como una llanta de autom?vil. A medida que los veh?culos se vuelven aut?nomos, el neum?tico se convierte en el nodo clave de recopilaci?n de informaci?n entre la calle y el coche, supervisando las condiciones, dando seguimiento a movimiento, etc. Empresas como Bridgestone, Pirelli, Michelin y otras est?n incorporando sensores en sus productos para recoger estos datos, que ser?n analizados por cualquier n?mero de compa??as e industrias m?s, creando negocios y puestos de trabajo nuevos que a?n no podemos imaginar. ?A qui?n pertenecen estos datos? Es posible que a las compa??as y pa?ses que fabrican los productos.
Esto no es un argumento a favor de los aranceles o de la sustituci?n de importaciones, ni siquiera de la pol?tica industrial (aunque no estoy en contra de esta ?ltima). Es m?s bien un alegato a favor de un razonamiento un poco m?s inductivo a la hora de pensar en nuestro orden econ?mico que est? surgiendo. A menudo solemos retroceder a la forma de pensar antigua porque todav?a no hay una teor?a de campo unificada para nuestro nuevo mundo. Eso no hace que los modelos anticuados funcionen mejor.
La globalizaci?n no es inevitable, a pesar de lo que nos dijeron los pol?ticos en la d?cada de 1990. Para que cualquier econom?a pol?tica funcione tiene que servir a las necesidades internas. Los cambios que experimentamos en la actualidad conllevan tanto retos como oportunidades. En ese sentido, la desglobalizaci?n no es muy diferente de lo que hubo antes.