A estas alturas ya todos sabemos qué ocurre en Ucrania. Ese país situado a las puertas de la Unión Europea que está siendo invadido por su vecina y exaliada, la potente Rusia. Pero pocos saben cuál es el otro conflicto que está presente desde hace años: el lingüístico e identitario.
Oficialmente en Ucrania solo hay un idioma oficial: el ucraniano. Así se decidió en el año 1991, cuando se disolvió la URSS y este país se constituyó como independiente. Sin embargo, tras 70 años de rusificación, el idioma propio estaba en una clara desventaja, abandonado y relegado durante años, por lo que su uso se ha estado restaurando mediante políticas sociales y a través del sistema educativo. Sin embargo, la diversidad lingüística ha derivado en una guerra cultural.
El ucraniano es una lengua eslava oriental que, junto al ruso, el bielorruso y el rusino forman esta familia lingüística. El ruso y el ucraniano comparten gramática, uniformidad léxica y sus alfabetos son muy similares (ambos variantes del cirílico). Sin embargo, algunos expertos consideran que el ucraniano comparte más características con otras lenguas, como el bielorruso, el checo y el eslovaco, el polaco o el croata. Sin datos oficiales que lo corroboren, una encuesta del año 2010 de 'Research & Branding Group' muestra que el 65% de la población considera el ucraniano como su lengua nativa, mientras que un 33% lo hace con el ruso. Estos datos varían según la zona: cuanto más al este y al sur, mayor predominio del ruso.
Un idioma rural
Lo cierto es que en las últimas décadas postsoviéticas el ucraniano ha estado relacionado al mundo rural, mientras que en las grandes capitales pervivía el ruso. Esta situación ha cambiado a medida que la gente de los pueblos ha ido emigrando a las ciudades. De esta forma, en urbes como Kiev o Járkov, tradicionalmente rusófonas, actualmente se observa un bilingüismo más ecuánime.
El intento de renacimiento de la lengua patria desde los noventa no ha estado exento de polémica, especialmente en aquellos territorios prorrusos del Donbass y Crimea, donde en su mayoría se habla únicamente ruso. Muchos rusófonos consideran que se les ha despreciado y se les ha impuesto una lengua que no hablan ni sienten como propia. En el año 2006, por ejemplo, se aprobó una controvertida ley por la que al menos el 7
5% de las emisiones televisivas tenían que ser en idioma ucraniano. Sin embargo, aunque la mayoría de medios de comunicación en papel se imprimen en esta lengua, los periódicos en ruso tienen una tirada más amplia.
Asimismo, debido a la convivencia de las dos lenguas, existe una variante producto de la mezcla de ambas: el surzhyk. Carece de prestigio social y es propio de las conversaciones informales en las ciudades del este y sur del país, precisamente aquellas de predominancia rusófona.
Desde que en 2014 empezasen las tensiones con Rusia en la región del Donbass y la posterior anexión de Crimea por parte de Putin, fueron muchos los habitantes rusoparlantes que decidieron cambiar su lengua habitual. Tras el comienzo de la invasión el pasado mes de febrero, esta práctica se ha incrementado como forma simbólica de oponerse al Kremlin y, al mismo tiempo, de reafirmar una identidad que ven amenazada por el invasor.
Las lenguas, una vez más, actúan de arma arrojadiza en medio de un conflicto político que amenaza la paz en el Viejo Continente.