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Ximo Puig patrimonializa la figura de un poeta universal como Francisco Brines ocupando su finca de Elca a modo de plató televisivo y cree que los cinco millones de valencianos se olvidarán por ello de los contratos irregulares de su hermano, de sus devaneos con el independentismo más regresivo, de su teorización absurda en torno a una España de Españas que sólo está en su cabeza y, sobre todo, de su falta de una propuesta tangible que trascienda la búsqueda de un enemigo externo y haga olvidar a la gente su experiencia de meses en un campo de concentración con vistas al Mediterráneo.
La Comunidad Valenciana no ha pintado tan triste desde la posguerra o la expulsión de los moriscos, reducida...
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