Nicolás Maduro compareció en la noche del miércoles -madrugada del jueves en España- ante la Asamblea General de la ONU para repetir las acusaciones habituales contra EE.UU. y la Unión Europea y defender el régimen chavista en medio de una crisis política, humanitaria y económica. El líder chavista -al que parte de la comunidad internacional, como EE.UU. y la UE, no reconoce como presidente legítimo de Venezuela- habló por vídeo, después de semanas de especulaciones sobre si acudiría en persona a Nueva York para proyectar su imagen internacional desde la gran plataforma de la ONU. Finalmente, no lo hizo, ante la amenaza de ser detenido por las autoridades estadounidenses en algún momento de sus traslados, ya que sobre él pesa una orden de captura desde marzo del año pasado por narcotráfico y corrupción. El entonces fiscal general de EE.UU., William Barr, acusó a Maduro dirigir el llamado cartel de los Flores y anunció una recompensa de 15 millones de dólares por información que pueda llevar a su captura.
Maduro ofreció un discurso muy similar al que dio el año pasado -también por vídeo, como todos los participantes, por las restricciones del Covid-19-, con la principal demanda de que se retiren las sanciones contra la economía y contra individuos e instituciones de su régimen.
«Ratificamos nuestra exigencia de que se levanten todas las sanciones criminales contra la economía venezolana, contra la sociedad venezolana, por parte de EE.UU. y de los gobiernos de la Unión Europea», dijo en un mensaje con una duración de 20 minutos, casi la mitad que el año pasado.
Maduro, al que las autoridades estadounidenses acusan de haberse enriquecido, junto a los altos cargos a su alrededor, a costa de las reservas naturales de su país, dijo que las sanciones son una «arremetida feroz» de las «elites» europeas y estadounidenses.
No faltó en su discurso un apoyo expreso a Cuba, que tendrá el turno de palabra hoy en la Asamblea General, y de quien Maduro ha seguido el guión en este tipo de foros, centrándose en los ataques económicos del exterior y con un retrato alejado de la realidad de la situación social, económica y política dentro de sus fronteras.
Maduro, por ejemplo, defendió el diálogo cultural en su intervención, mientras que en su país se persigue y excluye a quienes disienten o se encarcela y tortura a opositores. A su vez, exigió una respuesta «urgente, práctica y verificable» a las emisiones contaminantes que están detrás de la emergencia climática, mientras que dentro de su país promueve proyectos energéticos como el Arco Minero del Orinoco.
El líder bolivariano sí celebró las conversaciones políticas que se celebran en México, en la que participa parte de la oposición venezolana, con la intermediación de Noruega, Rusia y Países Bajos. Aseguró que es un diálogo «muy importante» que busca que «los sectores opositores más extremistas» vuelvan a «la política, la Constitución, el camino electoral. Lo hemos logrado».
El ministro de Exteriores del Gobierno de España, José Manuel Albares, ha celebrado también ese proceso, que el Ejecutivo respalda, y ha mantenido esta semana una reunión bilateral telemática con su homólogo en el Gobierno de Maduro, Félix Plasencia.
