Antonio González y Cristina Sánchez son agentes medioambientales y hoy, los jefes del operativo que gestionan unos últimos minutos para los evacuados de Todoque, un pueblo que en horas se tragará la lava. Fue una evacuación rápida y ante la ralentización de la lengua de fuego, este operativo especial regala a los vecinos del barrio un último viaje a sus hogares para recoger lo imprescindible que ha quedado atrás.
Recuerdos familiares, fotos y objetos especiales, eso es lo que recogen los vecinos en el que será la última vista a sus casas. Posiblemente mañana ya no exista, sepultada en edificios de magma y una lluvia de fuego. Algo de ropa, recetas de medicinas, una pequeña bolsa, entrar y salir, así lo define Antonio, que agradece que el volcán le haya dado una segunda oportunidad a los vecinos de la zona.
Hasta que llegue y con el margen de tiempo del que disponen, de forma controlada y tranquila. Es un proceso rápido, en un punto muy cerca de la colada, que amenaza a apenas a unos metros. Un vehículo de intervención les acompaña, «una vez pasa la lava ya no queda nada».
«No habíamos vivido nunca algo así», ya que este operativo, acostumbrado a los incendios, reconocen que esta situación es desoladora. «En un incendio, una inundación, puedes reconstruir y volver a empezar», pero cuando un volcán se adueña del pueblo «ni siquiera te queda el terreno sobre el que recomponerte». La siguiente vía será en Tazacorte, La Bombilla y Remo, a donde se espera que llegue el lento y arrasador paso de la lava del volcán de Cumbre Vieja «hasta que quede todo colapsado», lamenta.
