Convengamos en esto: Si ha habido -y hay- un lenguaje artístico capaz de sobreponerse a las idas y venidas, a las materializaciones y desmaterializaciones, y a las muertes y resurrecciones del arte, ese es, sin duda, el de la
pintura. Un milenario oficio de luces, y muchas veces también de sombras, que ha sabido permanecer firme, con todas sus evoluciones -y sus periódicas evaluaciones-, y con una asombrosa habilidad de supervivencia y un innato don para la auto-regeneración.
Reflexiones que acuden a mí a la hora de empezar este texto sobre tres exposiciones distintas, pero no distantes -coinciden ahora en tres galerías de arte de nuestra capital- y que en realidad solo tienen en común el hecho de ser protagonizadas por...
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