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No es fácil impresionar al espectador. Llevamos años viendo cosas atroces, y cuesta sorprendernos. Pero sucedió el domingo cuando Rocío Carrasco, entre lágrimas, relató su intento de suicidio. Telecinco estaba ascendiendo un escalón más en su pornografía, retorciendo un poco más su espiral de impudicia.
Pornografía podría ser mostrar aquello que debe ocultarse. El dolor de Rocío Carrasco, que es muy respetable y merece toda comprensión y empatía, se revela ahora al estar causado, según sus propias palabras, por un hombre «demoníaco» y un tribunal televisivo. Una cadena, una productora y unos periodistas y asimilados que han estado lucrándose durante años del escarnio a una mujer, ¿cómo iban a vender ahora su participación en la historia? Telecinco lo envuelve de neofeminismo,...
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