Ha llegado el momento en el que los ciudadanos tienden a pensar, al menos millones de ellos (y no son pocos), que los políticos directamente les toman el pelo. No sólo no resuelven los problemas que deben, no sólo no jerarquizan adecuadamente las prioridades de gestión, no sólo no se anticipan a las eventuales amenazas al interés general para neutralizarlas, sino que, muy por el contrario, siguen derrochando a manos llenas, sin apenas límite en sus caras, irresponsables y pintorescas ocurrencias.
Es verdad que, en sentido opuesto al de las dos últimas décadas, así están procediendo sin incurrir en casos flagrantes de corrupción -al menos que se sepa- pero sí dilapidando en chorradas el dinero que no es de ellos (ellos sólo lo administran) sino que es ganado y pagado por el sufrido contribuyente; por tanto, rayando la malversación.
La penúltima la conocíamos hace unos días, con la iniciativa del Ayuntamiento de Cádiz (parece que se ha encendido la bombilla) de analizar concienzudamente si las pasarelas de la playa son machistas. Según petición remitida a la Fundación de la Mujer, el proyecto de sustitución de la plataforma de madera en el enclave de Cortadura debía incluir “una mirada feminista”, garantizando, por tanto, la “equidad de género”.
Cualquier español que hubiese sido congelado en una cápsula, pongamos en 1990, y devuelto a la realidad de 2021 probablemente pensaría que muchos de nuestros representantes públicos se habían vuelto locos de remate durante este tiempo; o, peor, que los votantes habíamos perdido la cabeza por completo al apoyar a semejantes gestores.
Hay aquí un fondo francamente patético y, en paralelo, preocupante. Pensar que unos trozos de madera mal puestos pueden producir “un aumento significativo de las desigualdades entre hombres y mujeres” es algo que sólo se le puede ocurrir a una mente con algún tipo de complejo o tara. Pero es que, además, estas astracanadas son un freno a la verdadera conquista por la Igualdad real entre sexos, donde queda un camino aún largo por recorrer y jalonar.
Aún más: incluso en las formas, resulta casi enfermizo que se obligue a una sociedad entera a acostumbrarse a los gratuitos delirios de lo políticamente correcto. Se está tirando por el desagüe el tiempo y la energía de quienes (alcaldes, concejales) deberían estar auténticamente a nuestro servicio; el talento no, porque acreditan con cada proyecto de esta índole que carecen hoy de él y que, tal vez, nunca lo conocieron.