Hay personas, no sé si admirables o detestables, que tienen la osadía de soltar con sinceridad todo lo que les pasa por la cabeza. Conocí a un tipo que ante la pregunta ritual del peluquero de «¿cómo quiere que se lo corte?», respondía impávido: «En silencio». En general, yo también tengo un poco de pánico a la figura del barbero-filósofo, en especial si le da por el soporífero magisterio balompédico. La última vez que me corté el pelo fue con una peluquera joven. A los diez minutos el silencio se tornaba un poco oprobioso, así que por no parecer un borde le dije para romper el hielo: «Bueno, ¿y qué te parece lo de las elecciones de Madrid?». Era el...
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