Lo único que nos faltaba a los periodistas es que nos usen de cebo. Nos pasamos la vida fiscalizando a los demás, impartiendo lecciones de moralidad, lamentando la decadencia de la clase política y opinando desde el misterioso púlpito mediático, que por alguna razón ignota creemos que nos otorga la verdad absoluta. Es nuestra obligación hacerlo, además. Pero esa condición de seres vigilantes tiene el riesgo de desatar la vanidad, que es nuestro pecado capital. La administración del poder que tenemos es muy compleja porque podemos confundir nuestra esencia informadora con la tentación de manejar los hilos de todo. Vivimos rodeados de cepos: los ajustes de cuentas personales o la seducción de poner nuestro altavoz al servicio de otros intereses...
Ver Más