En algún lugar de Hollywood debe existir un becario cuyo único trabajo es comprar los derechos para adaptar los superventas del New York Times sin leerlos. Es quizás la única forma de explicar cómo un libro tan complejo como «Hillbilly Elegy», publicado en español como «Una elegía rural: Memorias de una familia y una cultura en crisis
», se convirtió en la película que está ahora en Netflix. La mezcla de autobiografía y ensayo de JD Vance sobre la cultura de los Apalaches y la clase trabajadora blanca de Estados Unidos, es un trabajo reaccionario, que culpa a la cultura Apalache del «cinturón de polvo» en Estados Unidos de su propia pobreza, al mismo tiempo que señala como Vance y otros pudieron pasar de apoyar al partido Demócrata a votar por los Republicanos, lo que le dio notoriedad a la obra durante la campaña de Donald Trump en las elecciones de 2016, y más aún después de su sorpresiva victoria.
A pesar de lo complicado que parecía adaptar el libro, el primer tráiler y el pedigree de la producción hicieron que «Hillbilly: Elegía rural» se dibujara como una de las posibles candidatas para los próximos Oscar. Sin embargo, la recepción de la crítica ha sido poco halagadora, salvando las actuaciones de Glenn Close y Amy Adams, que convierten en figuras entrañables papeles que en el guion se deben leer como caricaturas de personas.
La cinta intenta resumir la historia del autor en un día, el previo a su última entrevista para conseguir la pasantía que necesita para estudiar en Yale. Sumando narración y flashbacks para explorar la compleja infancia del protagonista. En el camino su abuela (Close), se convierte en el pilar de su vida y su madre (Adams) en una adicta, primero a los opioides y después a la heroina.
No es demasiado difícil saber qué pasó. La cinta dirigida por el oscarizado Ron Howard, director de grandes cintas como «Apolo 13» y «Una mente maravillosa», y escrita por Vanessa Taylor, guionista frecuente de «Juego de tronos» y co escritora en «La forma del agua», no toma ningún riesgo real.
Deja también de lado algunas críticas profundas hechas al libro. El racismo de la familia del autor se queda en un chiste menor sobre los nativos americanos («son indios, como los de Cleveland», dice la Mamaw de Glenn Close) y la forma de abordar ideas como el uso de drogas en los jóvenes son casi una parodia de los dramas que persiguen una nominación a los Premios de la Academia.
Howard parece no querer entrar en esa discusión. Un cineasta técnicamente capaz, pero que nunca ha querido discutir temas controversiales en su trabajo, y que quita filo a las ideas de Vance. En sus manos la historia sufre el mismo destino que el de los protagonistas «Trumbo: La lista negra de Hollywood», «Green Book» o «Bohemian Rhapsody», cuyas posiciones radicales, problemas personales o adicciones fueron disminuidas hasta su mínima expresión.
El resultado es una cinta poco inspirada, que hace poco de con las ideas del autor. No es complicado imaginar a un cineasta más arriesgas haciendo más con el material,
David Fincher
pudo haber entrado en la oscuridad de la historia con mayor aplomo, Clint Eastwood pudo mostrar una empatía real por los personajes sin huir de sus aspectos más incómodos y
Taika Waititi
pudo burlarse de todo. Pero Imagine y Netflix apuestan por Howard, y este entregó una cinta que bien pudo aparecer un domingo en Hallmark Channel, y tan fácil de digerir como cualquiera de los estrenos del canal.