Durante los primeros tres trimestres de 2020, la población económicamente activa (PEA) de México se redujo en 2.9 millones de personas, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), dada a conocer por el INEGI.
Por otro lado, la población no económicamente activa (PNEA) se incrementó en 5 millones de personas (86.5 por ciento) en el periodo señalado.
Esto podría parecer extraño, pero el INEGI proporciona una explicación al respecto: “Para la ENOE, en este rubro se clasifican a las personas ausentes temporales de una actividad u oficio y a las personas con necesidad o deseos de trabajar las cuales eran clasificadas en la ENOE en el rubro "Otros" de la Población No Económicamente Activa”.
La razón de este cambio es que debido a la pandemia y el cierre de empresas y negocios en actividades no esenciales, técnicamente dicha población quedó fuera de la fuerza de trabajo al perder el vínculo con la unidad empleadora.
Sin embargo, muchas de estas personas retornarán a su trabajo una vez que se reactiven las actividades; por lo que conceptualmente es pertinente darles un tratamiento de "personas disponibles para trabajar sin posibilidades de búsqueda de trabajo", que dejarlos en una categoría residual entre las personas no disponibles para trabajar.
Además, el INEGI informó que la población ocupada se redujo en 4.6 millones de personas (8.4 por ciento), mientras que la población desempleada creció en 827 mil personas (42.6 por ciento) en el periodo de referencia.
Del total de nuevos desempleados, el 65.3 por ciento perdió su empleo y el 5.9 por ciento cerró o dejó un negocio propio.
Como resultado, la tasa de desocupación pasó del 3.4 al 5.2 por ciento de la PEA entre el cierre de 2019 y el tercer trimestre de 2020.
El aumento del desempleo afectó a prácticamente todos los sectores de la economía. El más afectado fue el sector terciario, con una disminución de 3.7 millones de plazas laborales, especialmente el comercio, con una caída de 1.3 millones de empleos y los restaurantes y hoteles, con una reducción de 1.1 millones.
En el sector secundario el más afectado que la industria manufacturera, con una reducción de 583 mil plazas, mientras que la construcción vio reducida su nómina en 96 mil trabajadores.
Hasta el sector informal fue afectado por el desempleo. De acuerdo con la ENOE, los trabajos generados en actividades informales se redujeron en 1.6 millones de personas en el periodo en cuestión.
Otro indicador del deterioro del mercado laboral en 2020 es el acceso a instituciones de salud. El número de trabajadores sin acceso a instituciones de salud disminuyó en 4 millones (11.9 por ciento), mientras que los que tienen acceso se redujeron en 509 mil personas en el periodo de referencia.
El deterioro del mercado laboral y de los mexicanos que dependemos de él es una de las consecuencias más serias de la pandemia que actualmente azota a nuestro país y al mundo entero.
En el caso mexicano, esto se une a otros problemas, como la inseguridad, la falta de estado de derecho y, últimamente, la salida de empresas transnacionales que estaban en el país.
Consideramos que todos estos problemas, y la insatisfacción que causan entre la ciudadanía, se reflejará en las próximas elecciones, que tendrán lugar en 2021.
Repunta PIB en tercer trimestre
El producto interno bruto (PIB) de México registró un crecimiento de 12.1 por ciento en el tercer trimestre del año, medido en relación al trimestre anterior, de acuerdo con información dada a conocer por el INEGI.
Sin embargo, al hacer la comparación con el tercer trimestre de 2019, el PIB muestra una caída de 8.6 puntos porcentuales.
Las caídas más fuertes en términos anuales se registraron en el sector terciario, destacando los servicios de esparcimiento y de alojamiento, con reducciones de 78.4 y 70.6 por ciento en relación al tercer trimestre del año anterior.
Por otro lado, la industria de la construcción frenó su recuperación en septiembre. En este mes solo creció marginalmente 0.2 por ciento en relación al mes anterior, pero sigue siendo inferior en 25.9 puntos porcentuales en relación a septiembre de 2019.
El autor es economista de la UANL, con Doctorado en la Escuela de Graduados de Administración y Dirección de Empresas (EGADE) del ITESM. Es profesor de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-Conacyt.
Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.