En la memoria de aquellos quienes peinan canas quedarán los amagues, gambetas y goles de un jugador fuera de serie. Es que Maradona siempre era marcado con furia por sus rivales, pero siempre se levantaba y continuaba rumbo a su meta, como lo hizo durante 60 años. Cada cual guardará en su retina una jugada […]
Foto: Dani Yako – Clarín.
En la memoria de aquellos quienes peinan canas quedarán los amagues, gambetas y goles de un jugador fuera de serie. Es que Maradona siempre era marcado con furia por sus rivales, pero siempre se levantaba y continuaba rumbo a su meta, como lo hizo durante 60 años.
Cada cual guardará en su retina una jugada mágica, asombrosa, imposible. Pero quizás, la más recordada por siempre será el increíble segundo gol que le marcó a Inglaterra, cuatro años después de las Malvinas.
Aquel 22 de junio de 1986, en el Estadio Azteca de la Ciudad de México, Maradona se convirtió en el mejor jugador del Mundo, pero más allá de tal proeza deportiva, la mayoría de los futboleros sudamericanos y del mundo comenzaron a verlo como una verdadera leyenda del fútbol.
Maradona recuperó el balón en medio de la cancha, realizó piruetas alegres y corrió con él como si sus pies fueran manos y la pelota una ofrenda.
Ante empujones, patadas y todo lo que fuera necesario para detenerlo, aquel joven jugador continuó imbatible, entre sus rivales, para convertir un gol que resonó en todos los rincones.
“¡Gol! Quiero llorar… Dios Santo, ¡viva el fútbol! Diegol Maradona… Es para llorar, perdónenme. Maradona en recorrido memorable, en la jugada de todos los tiempos, barrilete cósmico, de qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés (…) ¡Gracias, Dios por el fútbol, por Maradona y por estas lagrimas…!”, expresaba el relator uruguayo, radicado en Argentina, Víctor Hugo Morales, al relatar aquel partido histórico.
Ya han pasado 34 años, pero hoy más que nunca ¿cómo no va a ser para llorar?, si se murió el barrilete cósmico.
