Foto: Flickr / The White House
Las conspiraciones han sido las grandes protagonistas de las elecciones generales de Estados Unidos del 3 de noviembre, que le dieron la victoria al candidato demócrata Joe Biden.
Trump asegura que el presidente electo para el próximo término es él, y aduce una serie de supuestos fraudes en distintos estados. Lo curioso es que solamente ha señalado irregularidades en los estados donde él perdió.
Lejos de depositar su confianza en el mismo sistema y mecanismos electorales que le dieron la presidencia en 2016 (como el voto por correo o voto adelantado), ahora se dedica a cuestionarlo y a esgrimir una seguidilla de batallas legales para anular votos que considera ilegales.
Una de las teorías conspirativas que circularon y que Trump ha repetido hasta el cansancio asegura que en el estado de Georgia -donde ganó Biden- se tiraron boletas electorales. Según explicaron las autoridades del condado de Fulton, donde supuestamente habrían desechado las papeletas, lo que se lanzó al basurero fueron las instrucciones de cómo votar por correo que se envían junto con la boleta a cada persona; estas instrucciones obviamente no cuentan como votos y las personas no deberían depositarlas en el sobre (su presencia no ilegaliza el voto).
Otra de las falsas teorías se difundió en un video en el que se denunciaba el supuesto relleno de votos en Michigan, pero las imágenes correspondían a un evento acaecido tiempo atrás en Rusia y que no tiene ninguna relación.
También en Michigan, la campaña de Trump denunció que una persona fallecida había votado, cuando en realidad el votante sí está vivo: fue su hijo que tiene el mismo nombre quien acudió a la urna.
En elecciones en diversos países siempre aparecen las denuncias de votantes muertos, pero en este caso particular de Estados Unidos la democracia corre serio riesgo. Trump ya anunció que no concederá la victoria y el secretario de Estado, Mike Pompeo, adelantó una «transición hacia un segundo mandato de Trump». Los hipotéticos votos de fallecidos son parte de una de las demandas que presentó su equipo de abogados, liderados por el ex alcalde neoyorquino Rudolph Giuliani.
Este es más un mito popular que una realidad: Según un estudio del
Brennan Center for Justice, una institución independiente y no partidista, la tasa de votación ilegal en EE.UU. es extremadamente rara y baja, y ciertamente no impacta en un resultado electoral. Ciertos tipos de fraudes, como hacerse pasar por otro votante y agregar el sufragio de un fallecido, son prácticamente inexistentes.
Otra de las denuncias de Trump y sus votantes es que se están contabilizando votos enviados por correo que llegaron después del 3 de noviembre. La verdad es que estos votos no son necesariamente ilegales: la mayoría de estados entienden como válidos los sufragios que tengan matasellos del día de las elecciones o antes, y son aceptados dentro de un cierto número de días después de los comicios (el plazo varía en cada estado).
En Pensilvania y Carolina del Norte, una orden judicial estatal y la junta electoral estatal aclararon, respectivamente, que las boletas que lleguen en una fecha específica después del 3 de noviembre se aceptarán siempre que se envíen por correo a tiempo (tales aclaraciones son apropiadas según la ley estatal y federal). Los abogados de la campaña de Trump y otros agentes republicanos han intentado hacer retroceder el plazo en estos estados, y sus esfuerzos han sido rechazados hasta ahora por los tribunales, incluida la Corte Suprema de Justicia.
