Es muy raro estar en la Cámara de Diputados en tiempos de aprobación del instrumento más importante que tiene y verla así, sola. En el recinto se discute el Presupuesto de Egresos de la Federación para el 2021, es decir, el cómo debe gastarse todo el dinero del gobierno federal y en los pasillos parece una tarde de viernes.
Hace apenas unos años, estos días eran de caos total, pero reflejaban el interés de mucha gente por su estado, su municipio y por sus causas. Aquí venían prácticamente todos los gobernadores, los presidentes municipales de todo el país, las asociaciones civiles, los campesinos.
Hoy el panorama es totalmente diferente, y es cierto, en buena medida ha afectado la pandemia, pero ha afectado mucho más la actitud de cerrazón del grupo mayoritario de esta Cámara.
Los dos presupuestos anteriores dejaron grandes lecciones: la primera, que al proyecto de presupuesto que manda el Ejecutivo, no se le mueve nada; la segunda, que, si se logra una gran presión social y se modifican las cantidades en el papel, en la práctica nunca se verá lo que se logró mover en el presupuesto.
No hay palabra para cumplir con los acuerdos. Para muestra, el año pasado tras una gran manifestación de organizaciones campesinas y de productores, se le asignaron a la Financiera Nacional de Desarrollo Rural 2,500 millones de pesos, los cuales deliberadamente jamás fueron utilizados, y regresaron a la bolsa de Hacienda. La tercera lección es que los recursos de este país han vuelto a estar completa y absolutamente centralizados, al grado que, si un estado o municipio quiere algún proyecto de inversión o productivo por mínimo que sea, solo hay una puerta, es en Palacio Nacional.
Es desconocido este panorama. Al menos en esta legislatura que está votando su tercer y último presupuesto, mataron toda esperanza en cualquier actor de la vida pública o de la sociedad civil de llevar recursos adicionales a su tierra o a su causa.
Es el México de hace muchos años, en pleno 2020. Un México que se ve raro en este tiempo, que ya no queda, que no está bien. Se ve una Cámara atada de manos, sin margen para nada; pero lo que preocupa es que esa percepción ya permeó afuera de las puertas de San Lázaro.
En el año 2021, o el panorama cambia, o este país volverá a avanzar tan lento como el ritmo que marca una sola persona. _