Este apartado de las matemáticas tiene un sinfín de aplicaciones. Se utiliza tanto en campos científicos como políticos. Apenas revise una herramienta que utiliza las probabilidades; le llaman “calculadora de riesgos de Covid-19”, y tiene como propósito establecer los riesgos de adquirir la enfermedad.
El modelo toma en cuenta una serie de variables, y al correr el modelo encontré que a mis 58 años mi porcentaje de riesgo es de 57.80%. Otro caso interesante: ¿Qué porcentaje hay de contagiarse de Coronavirus en un vuelo en Estados Unidos? Lo tomo de referencia porque es el país desde donde escribo esta participación. Pues bien, en vuelos de distancia corta, en aviones con tres asientos a cada lado del pasillo, como el Airbus 320 y el Boeing 737, y suponiendo que todos usen mascarilla, el riesgo de contagiarse del virus es solo 1 por cada 4 mil 300 pasajeros. Esas probabilidades caen a 1 en 7 mil 700 si el asiento del medio está vacío.
Hablemos ahora de algo de mayor trascendencia. ¿Cuáles son las probabilidades de salir vivo de este mundo? Fácil: 0%. ¿Cuáles son las probabilidades bíblicas de la existencia del Cielo y el Infierno? 100%. ¿Cuál es la probabilidad de ir al Cielo con base a esfuerzos personales, religión, vida moral o buenas obras? 0%. “¡Un momento! Yo no creo en que haya nada después de esta vida”, podría decir alguien.
Pues bien, la posibilidad de que esa persona se pierda eternamente es de 100% si no reconsidera su relación con Dios. Es curioso; los seres humanos creemos que la maldad debe ser juzgada y castigada, y por eso hay cárceles y hasta pena de muerte en algunos países. Pero cuando se trata de nosotros mismos y de nuestro pecado pensamos que podemos salirnos con la nuestra.
¡Es absurdo! Tarde o temprano nos enfrentaremos a un Dios totalmente santo y justo, que no tendrá por inocente al culpable, ¡y culpables somos todos! Ahora bien, la Biblia revela que “Dios no desea que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento”. La elección de volvernos a Él es totalmente personal.
Dios ya proveyó en Jesucristo la solución definitiva a nuestro pecado. En la cruz Jesús recibió nuestro castigo para reconciliarnos con Dios. Nos toca creer. Entrega tu vida Cristo. Píele que venga a morar a tu corazón y te salve. Él lo hará.