La comedia de Pablo Iglesias con las pintadas y amenazas es una de las formas de llamar la atención más baratas que recuerdo desde que un día me marché en bicicleta de nuestra finca en Castelldefels hasta la hípica de Gavá, haciéndome como el ofendido y con la idea de quedarme a vivir en el pajar a cambio de cuidar a los caballos. El mío se llamaba Guerra y yo tenía 12 años. Las supuestas pintadas sólo las ha visto Pablo. Yo tuve pintadas en la puerta de mi casa y en la puerta de Semon de aficionados del Español ofendidos por una burla que hice de la segunda final europea que perdían. También inundaron mi calle de octavillas llamándome...
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