Cuando Apple abrió App Store en julio de 2008 era una compañía de 155 mil millones de dólares que vendía 12 millones de iPhones al año. Ahora es una compañía de casi 2 billones que vende más de 200 millones de iPhones al año. En el tiempo que le tomó leer esas dos oraciones, Apple vendió 60 teléfonos.
Si bien la firma más valiosa del mundo ha cambiado, las reglas por las que gobierna la App Store no lo han hecho. Es como un gran danés de 55 kilos que todavía piensa que es un cachorro. No se ha adaptado al papel que desempeña en el mercado de teléfonos inteligentes.
Una disputa con los creadores de la popular aplicación del juego Fortnite, junto con nuevas investigaciones antimonopolio a Apple por parte de la Unión Europea y el Departamento de Justicia de Estados Unidos, pone esa falencia en el centro de atención.
Los desarrolladores de aplicaciones, como el propietario de Fortnite, Epic Games, tienen dos quejas. La primera es que Apple se queda con 30 por ciento de los ingresos que obtienen a través de App Store (la tarifa baja a 15 por ciento después de 12 meses para las aplicaciones basadas en suscripción). En segundo lugar, App Store es prácticamente la única forma de llevar su producto a un iPhone. Entonces, a menos que estén ofreciendo gratuitamente sus apps, deben pagarle a Apple para que permita su instalación en dispositivos iOS. Los desarrolladores llaman a esto “el impuesto de Apple”.
Esto era menos problemático cuando Apple era un contendiente en el mercado. Nokia vendió 468 millones de teléfonos celulares en 2008, casi 40 veces más que Apple. El ejercicio de un mayor control permitió a Apple crear una experiencia de usuario atractiva, y si a los clientes o desarrolladores no les gustaba, había muchas alternativas. Además, las aplicaciones de terceros siguen siendo un fenómeno relativamente nuevo. En la era anterior a 4G, los dispositivos móviles aún no habían reemplazado muchas de las funciones de la computadora personal.
Hoy, Apple tiene un dominio absoluto en gran parte del mercado de teléfonos inteligentes, pero insiste en las mismas reglas. Su defensa es la “consistencia”. Este es un mal argumento. Harto de entregar gran parte de su efectivo a los propietarios de sistemas operativos de teléfonos inteligentes, Fortnite decidió distanciarse de Apple y Google de Alphabet (que opera su propia tienda de aplicaciones para dispositivos Android). El desarrollador de juegos, en el que Tencent Holdings tiene una participación de 40 por ciento, dijo que dejará de pagar a Apple y Google parte de sus ingresos. Los gigantes de Silicon Valley respondieron, como Epic seguramente sabía que lo harían, retirando su aplicación de sus tiendas.
Google ha estado en la mira antimonopolio de Europa desde hace bastante tiempo, pero Apple también merece un escrutinio si impone restricciones a los desarrolladores independientes de aplicaciones.
La negativa de Apple de llegar a un acuerdo es parte de la intransigencia que caracteriza a la compañía, pero también hay algo más: nunca se ha enfrentado a un juicio antimonopolio serio. Tal vez se cree a prueba de balas.
La semana pasada, una versión beta de su próximo sistema operativo para dispositivos móviles y de escritorio demostró los planes de Apple para redirigir a los lectores de noticias haciendo clic en un enlace de un navegador web a su aplicación Noticias, y alejarlos de los propios sitios web de las organizaciones de noticias. Eso parece característico de una compañía que no está pensando en si su comportamiento podría considerarse anticompetitivo.
Apple dice que su mercado incurre en costos que deben cubrirse. Pero si está convencido de que su tienda App Store garantiza la mejor experiencia, tal vez debería permitir que las tiendas de la competencia también operen en sus dispositivos. Entonces los usuarios pueden decidir por sí mismos. Quizás la mejor respuesta a las acusaciones de anticompetitividad es introducir la competencia.
La opinión del articulista no representa necesariamente la de Bloomberg. Ni la de El Financiero