Ante el crimen, el Estado tiene varias opciones: administrarlo, ignorarlo o confrontarlo.
Cada una de esas decisiones tiene una o varias consecuencias.
Administrarlo, por ejemplo, podría significar atender lo que lo hace más visible, pero sin ir a la raíz del problema, operando en los territorios o atendiendo las vertientes criminales que por una u otra razón más convenga. Ignorarlo, a través de la negación por ejemplo, puede provocar su libre crecimiento en estructura, actividad o territorio.
Confrontar al crimen implica destinar recursos (económicos, humanos y de inteligencia), así como estar dispuestos a que se presenten brotes de violencia en la búsqueda de soluciones de mayor alcance. Se trata de la ruta más complicada, no solo por el esfuerzo que requiere, sino por la connotación política que puede adquirir.
En el caso de Guanajuato, el “Golpe de Timón” en materia de seguridad implicó pensar y actuar desde otra perspectiva: construir desde lo local, con un decidido actuar de las autoridades estatales para ser un componente activo en la compleja tarea de hacer cumplir la ley, tanto en el fuero común como en la colaboración con instancias federales en los casos que así lo ameritaba.
A partir de esta decisión y de entender que la delincuencia no se genera en lo abstracto y lo intangible, uno de los primeros pasos fue recuperar el territorio, en específico, la comunidad de Santa Rosa de Lima. Ello permitió acotar los vínculos con el territorio parte del grupo delictivo con origen en el municipio de Villagrán (que dicho sea de paso, dista mucho de considerarse un cártel).
Este grupo delincuencial fue entendido como lo que llegó a ser: una red social con un entramado de relaciones interpersonales que le permitió contar con un poder económico, social e incluso político. Las acciones emprendidas se orientaron a disminuir su resistencia, su cobijo social, así como la diversificación de su portafolio de actividades criminales.
La detención de su líder más conocido, no habría sido posible sin el trabajo constante y consistente de policías estatales y agentes de investigación criminal para la detención de casi mil personas con diferentes niveles de participación en el grupo criminal, abarcando desde la operación logística y logística, así como operadores de violencia.
¿Es un triunfo absoluto? No. No lo es, ni hoy ni nunca en el combate al crimen.
Hay y vendrán nuevos retos, que requieren que hoy más que nunca, de la unidad entre ciudadanía y autoridades en la reconstrucción de la paz a la que se aspira, sin dejar huecos que permita colarse a la corrupción, la tolerancia al delito y la ilegalidad individual y colectiva.
Entre marineros se dice que ya sea a favor o en contra del viento, hay que navegar siempre, no estar a la deriva ni echar el ancla. En el combate al crimen, es exactamente lo mismo.