Hace algunos días perdí a dos entrañables amigos: Héctor Hiram Zavala Ontiveros y José de Jesús Núñez Regalado. Juntos recorrimos una buena parte del camino: con Zavala, desde los primeros pasos, haciendo travesuras en el barrio de las Nueve Esquinas, en una Guadalajara que ya se fue; con Núñez, desde la preadolescencia en Tamazula, a donde llegué con mi familia, empujados por el incremento de las rentas y apoyados por la mano generosa de mi tío Enrique, en una de las más maravillosas etapas de mi vida. Con Núñez compartí la realidad del pueblo en la que se nutre nuestra mexicanidad y, ya en la Universidad, las inquietudes y reflexiones políticas de un grupo de jóvenes compañeros. Con ambos hice pininos en el escenario de la vida pública y las responsabilidades administrativas. Soñadores, nos empeñamos en construir un mundo en el que reinara la justicia; el talento y la honestidad fuesen cauce para el éxito; el esfuerzo y la congruencia, recompensados con más y mejores oportunidades, y la educación permitiera, de acuerdo con las capacidades y dedicación, hacerse un espacio en la sociedad. Era un México diferente.
Zavala fue, entre muchas responsabilidades, director de Obras Públicas del Ayuntamiento de Guadalajara, y coordinador de Planeación Educativa y Evaluación de la Secretaria de Educación de Jalisco. Núñez pronto emigró a la Ciudad de México para servir a los trabajadores de la industria azucarera en la Dirección Jurídica del STIASR, posteriormente llegó al Congreso de la Unión representando con dignidad a su gremio. Núñez fue promotor del mejoramiento educativo de los hijos de los trabajadores azucareros a través del Fideicomiso de Estudios Superiores y Postgrados del sindicato y después representante obrero ante la Junta de Conciliación Federal en la Ciudad de México.
Con Zavala y un brillante grupo de educadores iniciamos el más ambicioso proyecto de reingeniería del sistema de educación básica de Jalisco, soportado en dos grandes ejes: el primero, el Centro de Desarrollo Tecnológico, CEDETEC, cuya finalidad era producir y coordinar redes, audio, video y software educativo para la educación presencial y a distancia, que ahora sería de gran utilidad; y segundo, el Centro de Desarrollo de Personal, CEDEREH, destinado a la formación de cuadros para la educación, proyecto que no se pudo consolidar por la falta de continuidad del gobierno siguiente.
A la conducción de Zavala se debe también una obra fuera de serie: el Zoológico de Guadalajara.
Ambos murieron como vivieron: sin lujos, modestamente. La riqueza nunca fue el objetivo de sus vidas y fueron congruentes con sus principios.
Hoy que las páginas de los periódicos y las redes sociales están llenas de noticias que nos revelan los abusos de poder, las desviaciones de funcionarios públicos que traicionan la confianza de los ciudadanos, el empoderamiento del crimen, la confusión en los valores, la prevaricación y pérdida de vigencia de instituciones que fueron nobles y respetables, es justo reconocer a quienes nunca ensuciaron sus manos con las monedas de la traición, la componenda o el hurto. Descansen en Paz.
