Entiendo que las noticias que se airean a diario y que dan cuenta de los incrementos de rebrotes pandémicos sean motivo de preocupación para muchos paisanos. Y más cuando te añaden que el número de contagiados es superior, incluso, a los que se producían en los peores momentos del confinamiento. El miedo es libre y cabalga a lomos de esas informaciones preocupantes.
Yo, sin embargo, estoy tranquilo. Reconozco que un ligero sobresalto me sacude cada vez que veo las portadas de los periódicos o el arranque de cualquier telediario, pero tampoco es tanto mi desasosiego como el que sufren esas otras gentes que siguen enclaustradas sin moverse de casa por pánico al coronavirus.
La razón de mi aplomo no nace de mi capacidad de aguante frente a la adversidad, que tampoco es que sea mucha, sino de la serenidad que me proporciona saber que el presidente del Gobierno de lo que va quedando de España, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, sigue de vacaciones en la hermosa casa que en Lanzarote mandó construir Hussein II de Jordania; que decoró el artista César Manrique; que el monarca hachemita donó generosamente al Rey don Juan Carlos I y éste, también muy desprendidamente, regalo al Patrimonio Nacional, lo que permite al presidente y su familia poder disfrutarla estos días en que vaca. En estos ingratos y convulsos tiempos en que el turbión podemita trata de agitar las aguas y alterar la convivencia – vamos, lo que de suyo es habitual— conviene dejar constancia del generoso gesto del Rey emérito al hacer donación de La Mareta.
Pedro Sánchez, a su salida del Cabildo de Lanzarote hace unos días donde se reunió con el presidente del Gobierno de Canarias, Angel Víctor Torres
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EFE
Si el presidente vaca es porque cree que puede hacerlo con la conciencia tranquila del buen gobernante, tal como él mismo se considera que es, y aunque no es opinión compartida por cada vez mayor número de ciudadanos, la cohorte de jabonosos asesores que se encargan de halagarle los oídos tratan de compensar el creciente número de desafectos, irritados que el CIS no es capaz de detectar en sus sondeos.
El presidente está tranquilo en su estival retiro lanzaroteño. La docilidad lacaya de los mayoría de los medios de comunicación respeta su descanso. ¡Lo que dirían esos mismos medios si el que vacase en medio de tanto rebrote pandémico fuese Mariano Rajoy! Pero no, el presidente tiene de su lado –agradecidos como son y están los generosamente subvencionados— a esos medios que no le alteran ni desasosiegan con requerimientos para que vuelva al despacho, que es lo que ya habría hecho cualquier gobernante serio y responsable ante un incremento tan acusado de contagios como el que estamos viendo en el solar patrio.
De aquella sobreexposición televisiva del doctor Sánchez durante las semanas del estado de alarma, después de reunirse con los presidentes autonómicos, hemos pasado a una ausencia que resulta tan clamorosa como extraña. Ausente de La Moncloa. Ausente de las pantallas televisivas en las que tan pedagogo —¿o era demagogo?— se sentía cuando peroraba sobre lo bien que lo estaba haciendo su Gobierno.
Para decidir la
prohibición del fumar en las calles, el cierre de discotecas
, y el toque de queda a partir de la una de la madrugada en restaurantes y bares, se han bastado los delegaciones de las comunidades autónomas y el ministro de Sanidad, sin necesidad de molestar a ningún ministro más ni al propio presidente. Siempre podrán alegar los voceros monclovitas que el doctor Sánchez estaba al corriente de todas esas medidas por medio del teletrabajo. Pura propaganda. El presidente sigue vacando. El país, como el Barça, se siente vapuleado. Y con el pesimismo al alza porque sabe que lo peor está por venir.