El Barcelona salió a jugar con un equipo de viejos, cojos y brutos, con Busquets, Suárez y Arturo Vidal como brutal parodia de lo que un día fue un equipo y un club que jugaban con los mejores y prefería la expectativa de una promesa, aunque al final no se cumpliera, que gestionar el miedo a perder como hacen los mediocres y los que al final (como no puede ni debe de ser de otra manera) no sólo pierden las ganancias sino cualquier honor que les quedara. No Riqui Puig, No Ansu. Nada, un equipo de obreros y cabreros que recibió su justo y merecido primer castigo en el minuto 3, obra de Müller. Defensa ridícula, geriátrica del Barça: el mismo Müller había recuperado el balón gracias al tercer error no forzado de Busquets, que está más para que le restrinjan las visitas de los nietos a la residencia por el Covid que para jugar al fútbol. Esto es lo que sucede cuando tienes a un presidente que no entiende de fútbol, que no tiene ninguna personalidad, ni ningún escrúpulo; y a unos jugadores tiranos, mala gente, que usan al club como rehén para hundirlo en a costa de su avaricia.
Alaba en el 6 marcó en propia puerta un gol tan absurdo como brillante si lo hubiera marcado en la portería que tocaba, y el geriátrico se sintió como rejuvenecer, pero Suárez, una vez más, dio un recital de impotencia ante Neuer desaprovechando una buena asistencia de Semedo. Muy buena, para ser exactos. Justo a continuación, Messi centró, nadie remató y la pelota fue a dar en el palo. Partido incontrolado, intercambio de golpes, al Barça, como equipo inferior, le interesaba desquiciar un poco al Bayern, pero cuando salían desde atrás los de Setién perdían muy rápido el balón, no les duraba. Un Barça al que no «le dure» el balón puede ser cualquier cosa, pero no el Barça. Pese a todo la autoestima azulgrana se vio inesperadamente reforzada en los primeros compases de la primera parte. Era realmente dramático la velocidad a la que el Barcelona perdía la posesión en las salidas, lo que propiciaba un ataque y gol alemán. Aunque no podía servir de excusa, el césped estaba en unas condiciones lamentables. Yo no sé cómo la UEFA tolera semejante pastizal. En el minuto 21, Perisic aprovechó el enésimo regalo barcelonista en sus salidas, esta vez obra de Sergi Roberto, para marcar el segundo de su equipo. Continuaron las pérdidas, hasta Ter Stegen estaba impreciso, acomplejado por enfrentarse a Neuer. Falló tanto que más que inseguro, parecía como enamorado. y el bombardeo alemán no cesaba. Y el recital tuvo su premio en el 27 -tres goles en menos de media hora- con el tanto de Gnabry. Lewandoski no marcó el cuarto de milagro tras otra pésima asistencia de Ter Stegen a Busquets, que en el mismo minuto volvió a perder un clamoroso balón y en el minuto 30, tras otra pérdida incomprensible de Semedo, Müller marcó el cuarto. El Barça estaba siendo arrasado por un Bayern letal, es cierto, pero su defensa, su mentalidad y la edad y el lamentable estado físico de los jugadores, físico y técnico, era un retrato exacto de dónde hemos llegado. Sólo con una intensa y abrasiva fumigación el Barça podrá en el futuro renacer de sus cenizas. Setién con chándal y camisa, se fue al descanso con la cara y la humillación que merece un hombre que viste de este modo.
El Barça volvió del descanso a expresar su impotencia y su frustración, con la desidia de un Setién que de entrada sólo cambió a Sergi Roberto por Griezmann. Suárez marcó el segundo en el 56, pero el Barça ya se había rendido y el Bayern consiguió el quinto tras una gran jugada de Alfonso Davies, ayudado por un Semedo patético y del resto de la defensa, que parecía transparente. Alba salvó desde el suelo el sexto. Sólo cuando todo estuvo todo perdido se atrevió Setién a sacar a Ansu. Es una vergüenza de entrenador, para una vergüenza de equipo y una vergüenza de presidente. Si a Bartomeu le quedara algo de dignidad, se disculparía ante los aficionados, adelantaría elecciones al otoño y prometería que nunca más volverá a pisar el Camp Nou, por la humillación y la ruina que nos ha causado su perniciosa y miserable presidencia.
Si el 2 a 6 contra el Madrid en el Bernabéu fundó la mejor historia de amor del Barça con el fútbol, el 2 a 8 de ayer fue la triste y deprimente despedida. Nunca el Barça había sufrido semejante humillación. Pero fue absolutamente merecida y el único consuelo es que por lo menos sirva.