Edgar Neville, un hombre criado, al decir de Ramón Gómez de la Serna, con biberón de leche de elefante traída de la India, nace novio de la Envidia.
La envidia mediterránea, esa enferma siniestramente pálida que describe Ovidio, es, en palabras de nuestro único pensador político, «un subproducto moral de la competencia en la miseria»: por los puestos funcionariales en el Estado, por la influencia familiar en las colocaciones y por la buena fama en las reputaciones.
-La envidia calumnia las buenas famas para reducir la competencia por un salario en la «covachuela». Es nuestro modo de lucha por la existencia.
Hijo de ingeniero inglés y de aristócrata española, de quien hereda el título (Conde de Berlanga de Duero), nace Neville el Día de Inocentes del 99 y muere -víctima de la bulimia- el Día de Cervantes del 67 («¡Lástima! Ahora que estaba en los huesos», es su epitafio), pero los ratones de la «covachuela» llevan todo el siglo veintiuno royendo papeles para determinar si Edgar Neville es digno del callejero de Madrid.
-Ya tenía perro, chalé, coche, piscina, amante, secretaria y mayordomo, cuando los demás teníamos café con leche -lo resume Fernando Fernán Gómez en su charla «El dandy en la taberna».
Neville es el «bon vivant» de la única generación humorística que da España (¡el otro 27!), con José López Rubio, Tono, Jardiel, Antonio Robles, Mihura… Inglés y conde, El Pilar, hockey sobre hielo, La Granja, Biarritz, París, Hollywood, Chaplin, cine, la Metro, Washington, diplomacia, Conchita Montes, Marbella, flamenco, Belmonte, toros, coleccionista de arte, la vaca María Emilia, tacaño… En septiembre del 63 pide, a mano, un aumento al director de ABC:
«Querido Torcuato: Decididamente soy el elemento jovencísimo del periódico, mi apertura al mundo dolce y mi morgue espagnole…
»Una inmensa riada de lectores va conmigo y arrolla a los contrarios e incontables. ¿No crees tú que después de tantos años me debías de subir el sueldo y darme mil pesetas en lugar de las 450 de ahora?
»Ten un buen movimiento de brazo y piensa que esa cantidad me la dejo al mes en ABC, otra vez, poniendo éste o el otro anuncio.
»Cela reviens au même.
»Un abrazo».
Es el mismo Neville que en el 29, siendo corresponsal de ABC en Hollywood, publica su encuentro con Charlot («la abuela de Charlie fue española, y él tiene sangre gitana») en el baño turco de Douglas Fairbanks.
Políticamente es inclasificable, pues se mueve en el veletismo del «bon vivant»: militante de Izquierda Republicana y de Falange Española, además de devoto del bicharraco Álvarez del Vayo, un socialista que, cuenta Camba, iba por Londres gritando «¡Bigopardo!» («I beg your pardon!») a cualquier inglés con el que tropezara, inglés que muchas veces, viendo venir juntos el tropezón y el insulto, llegaba a las manos.
En los 80 unos amigos revisitamos el cine de Neville, y trato de incorporar a Conchita Montes a la sección «Gente y Aparte» de ABC, pero ella no ve la hora de ponerse al folio, y sólo nos escribe cartas divinas.