Las dos parejas que Ernesto Neyra tuvo le llevaron a la ruina. Primero fue Lely Céspedes, de la que lleva 14 años separado y ha conseguido de momento meterle en prisión por no pagar la pensión alimenticia de sus dos hijos desde hace mucho tiempo. Y eso que hace cuatro años escenificaron una reconciliación para resurgir en los platós, pero nadie se lo creyó. Lely era una desconocida hasta que participó en «Supervivientes» y luego se convirtió en personaje habitual de la prensa del corazón por su matrimonio, ya roto, con Ernesto Neyra. Apartada de la televisión, ahora trabaja en un geriátrico de Málaga y también le acusó de malos tratos para seguir viviendo de la fama.
En 1997, Neyra contrajo matrimonio con Carmina Ordóñez. A ambos les gustaba mucho la fiesta y se dejaron llevar por las adicciones a las que en aquel momento estaban enganchados. La unión duró dos años y Carmen le acusó de malos tratos. Pero se equivocó al haberlo hecho público primero en televisión, previo pago. Su testimonio perdió fuerza, que no veracidad, y el Juzgado de Instrucción nº 6 de Madrid desestimó la demanda. Pero ya era tarde porque la «divina» y su clan encabezado por Kiko Matamoros se habían encargado de juzgarle mediáticamente. Una lacra de maltratador que ya nunca consiguió quitarse. El entorno asegura que el maltrato fue mutuo y fruto de los excesos.
Neyra no pudo volver a bailar e intentó ser comercial de un aceite de oliva, rehabilitó edificios e incluso montó un bar en Madrid en los alrededores de Plaza Castilla. Todo ello sin éxito, por eso su economía no ha sido muy boyante los últimos años y de ahí los impagos. Su última aparición pública fue en 2017, en los premios de la revista Escaparate en Sevilla. Pero por mucho que lo ha intentado, sus dos amores le han enterrado en vida.