La emergencia de una cierta permisividad racista y xenófoba desde los discursos del poder, además de la notoria polarización que vive Estados Unidos –y buena parte del mundo- sirven de contexto a una de las mejores series televisivas del año que, a pesar de sus excesos, derivaciones y distracciones, retoma con pertinente, irónica y emocionante actualidad aristas centrales de un cómic ochentero que trascendió su propio formato para convertirse en una de las referencias clave de la cultura de la novela gráfica. Ideada por Alan Moore y diseñada por Dave Gibbons, Watchmen estaba contextualizada en plena guerra fría en un universo paralelo en el que Nixon seguía siendo presidente de un país que triunfó en Vietnam y en donde los superhéroes están al margen de la ley. Incluso fue llevada a la televisión en el 2008 y esquemáticamente al cine en el 2009 por Zack Snyder.
Producida y escrita por Damon Lindelof, Watchmen (EU, 2019) se compone de 9 episodios desde una mirada libre, dejando en el pasado a El comediante, Rorscharch y Nite Owl y con la integración de tres personajes originales: el huidizo semidiós Dr. Manhattan, supuestamente en Marte recibiendo llamadas telefónicas desde una cabina y viviendo todos los momentos a la vez; el inventor y provocador de lluvias de calamares Ozymandias (Jeremy Irons, dándose vuelo), considerado el hombre más inteligente del mundo (como se autonombraba el líder criminal de la secta NXIVM), viviendo en una luna de Júpiter rodeado de una pareja renovable de clones (Tom Mison y Sara Vickers), y Silk Spectre II, integrante del FBI (Jean Smart) y todavía con un amor marciano.
Pero el protagonismo lo tiene Sister Night (Regina King, enfática), una policía de Tulsa que asume una identidad secreta para investigar el asesinato de su jefe (Don Johnson, ambiguo), apoyada por su pareja (Yahya Abdul-Mateen II) y sus colegas Looking Glass (Tim Blake Nelson, reflejante) y Red Scare, todos con el rostro cubierto al igual que los oficiales del cuerpo para evitar más crímenes de odio como el ocurrido en el 2016 a manos de un grupo supremacista blanco. De presencia al inicio inescrutable, un anciano en silla de ruedas parece anunciar que el pasado es asunto más presente que nunca. Hay equilibrados saltos al pasado para comprender a los personajes y a los primeros esfuerzos enmascarados para hacer justicia, racismo imperante de por medio antes y ahora: un poderoso capítulo se centra en la creación de los MInutemen, vigilantes que se ostentaban como cuidadores de la sociedad y herederos de Hooded Justice, el primigenio enmascarado que ponía orden. Ahora, bajo el gobierno de Robert Redford, las tensiones raciales continúan. No faltan los consabidos elementos sobre naturales con carga esotérica y la presentación de los villanos en busca del poder absoluto, falsos políticos solidarios o investigadoras megalómanas siguiendo los pasos del padre.
Reznor y Ross componen un score a tono con la diversidad de contextos espacio-temporales, diseñados con vistosidad y variado tipo de textura visual, contrastando el blanco y negro con otras realidades coloridas o lúgubres, según la situación de los enmascarados o los momentos decisivos en los que se encuentren. La acción y el humor se retroalimentan, así como la tensión genuina y los pasajes desorbitados. Ante el avance del reloj que marca el fin del mundo, queda la posibilidad de tomarse una pastilla para, al menos, vivir de los recuerdos, aunque sean prestados.
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@cuevasdelagarza