Una vez más, las cifras y las estadísticas se le empiezan a enredar al zar del coronavirus, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell. Hay que reconocer que ya escuchó las críticas de los expertos y de sus pares en el país. Sin embargo, no respondió a la altura esperada, sino modificando el manejo de la información, dejando de actualizar las bases de datos y echarse un clavado en la opacidad. Las críticas, por tanto, continuaron. La queja es cómo interpreta los datos de la Secretaría de Salud, donde expertos y académicos cuestionan su lectura, o mala lectura, de la información oficial. El vocero para la pandemia está tocado en su credibilidad, y la forma como quiere que se evaporen las dudas sobre su trabajo, parece, es huyendo hacia adelante.
En 2009, cuando estaba bajo las órdenes del subsecretario de Salud, Mauricio Hernández, tuvo un problema de confusión de datos, que provocó decisiones erráticas. No basta ser un buen epidemiólogo para contener una pandemia, para lo que se requiere un entrenamiento adicional que, como se empieza a ver otra vez, López-Gatell no tiene. En aquel año de la pandemia A1H1, Hernández fue sustituido por Pablo Kuri, reconocido en México y el mundo como el mejor para enfrentar pandemias, y a López-Gatell lo relegaron a tareas menores. El análisis y ordenamiento de la información se modificó, y la toma de decisiones mejoró. Hoy no hay quien, dentro del Gobierno, lo refute.
Desde el domingo pasado se vio desorden en las bases de datos de la Secretaría de Salud, al no cargarse completos los registros, y donde llegaron a subir una versión que después tenían que corregir. Ricardo Cortés, director general de Promoción de Salud de la dependencia, dijo que los errores habían sido su culpa, liberando a sus jefes de toda culpa. Hay algunas muestras que no necesariamente todo fue responsabilidad de él. López-Gatell conversó el lunes con Denise Maerker, en el noticiero estelar de Televisa, donde al ir justificando las inconsistencias de los datos de la pandemia, y dijo que Tamaulipas no estaba capturando todos sus datos de casos positivos de COVID-19.
Inmediatamente, la secretaria de Salud de Tamaulipas, Gloria Molina, lo desmintió en Twitter, al señalar que en realidad, era la plataforma de la Secretaría de la Salud la que no permitía capturar los casos analizados. El zar del coronavirus no respondió el desmentido, pero dentro del contexto de la Fase 3 de la emergencia sanitaria, modificaron el proceso. A partir del martes, los estados tienen que actualizar diariamente esos datos, así como reportar su ocupación, disponibilidad y atención hospitalaria.
Estos movimientos se dieron en el momento en que pareciera que la pandemia se les ha salido de control. Si es así, el subsecretario, quien ha actuado con el aval del Presidente Andrés Manuel López Obrador, será cuestionado por la forma en cómo enfrentó el COVID-19 en su fase preventiva: sin realizar pruebas -México es uno de los países que menos pruebas realizan- por lo que probablemente, no habría podido conocerse con tiempo suficiente, el número de contagios. Por ejemplo, hasta el lunes, una de cada 10 personas que fallecieron por el coronavirus, nunca ingresaron a un hospital. Si estas personas pasaron sin ser reportadas a la Secretaría de Salud -sin añadir los subregistros-, con las mismas estadísticas de la Secretaría de Salud se puede asumir que cada una de ellas transmitió el virus otras 30 personas y que estas, a su vez, lo hicieron con un número similar. Y así sucesivamente. Un dato adicional preocupante, es que hasta el lunes, 11 de las 78 personas fallecidas sin ingresar al hospital, tampoco se encontraban en ningún grupo de riesgo.
Todo esto se le escapó a López-Gatell, dado que el método que ha utilizado para contener la pandemia, no le permitió conocer en tiempo y espacio lo que estaba sucediendo, de no ser por expertos independientes y periodistas que analizaron la información de Salud, y observaron las inconsistencias y contradicciones entre los datos oficiales y las afirmaciones del subsecretario.
Otra respuesta silenciosa a sus críticos fue que dejaron de actualizarse los datos abiertos de casos positivos en las plataformas de la Secretaría, hasta que la presión pública los obligó a restaurarlos.
López-Gatell sigue cumpliendo las instrucciones de López Obrador, quien le impide ajustar con prontitud el ataque a la pandemia. En varios gobiernos estatales esperaban que la declaratoria de la Fase 3 se hiciera el lunes de la semana pasada, pero la comparecencia pública en Palacio Nacional fue anticlimática, en términos de emergencia sanitaria. Se pensó que se haría el jueves, pero el Presidente se fue hasta la siguiente semana. Incluso, el secretario de Salud, Jorge Alcocer, dijo que la Fase 3 se declararía el último día de abril.
El lunes pasado se reunió el Consejo de Salubridad General, que recomendó iniciar la Fase 3, pero López-Gatell no lo informó en su conferencia de prensa diaria, esperándose a que fuera en el gran marco de la mañanera el anuncio. Una vez más, el estruendo mediático en el que vive López Obrador, por encima de las acciones de salud. Al tardar 12 horas en anunciarse la Fase 3, también se perdieron horas para iniciar medidas preventivas más enérgicas que permitieran salvar más vidas.
Como colofón, el mismo día que se declaró la Fase 3, ocho hospitales públicos en la Ciudad de México, estaban saturados con pacientes de COVID-19, y los 145 fallecimientos ese día, convirtieron el 21 de abril en el día que murieron más personas desde que se registró el primer paciente de coronavirus, el 28 de febrero.
Nota: En la columna anterior, se mencionó que el doctor Juan Ramón de la Fuente era rector de la UNAM cuando se dio la crisis A H1N1. El rector era José Narro.