Al tiempo que México se adentra en una negra noche de su devenir inmediato por la fase 3 del covid-19 surgen como si por el bien de la patria no tuvieran mejor ocasión para realizar su labor subversiva, desafectos al régimen de López Obrador, aprovechando el tremor en la población de espanto sanitario, quienes nada más porque reprueban cualquier cosa de la Presidencia de la República, suponen sin probarlo para nada que el país gira sin rumbo y el abismo se abre a los pies de los mexicanos.
Ese enajenado, extraviado razonamiento, que en su reclamo a que renuncie AMLO apenas suma un poco más de 500 mil adeptos en la plataforma Change.org les autoasigna, en su volátil criterio, licencia de corso para vociferar pidiendo la renuncia del Presidente a nombre de los 30 millones de conciudadanos que sí votaron por él, y a menudo reclaman para sí mismos la que en su delirio es una silla vacante.
Una vez decretados los pistoletazos de salida, en las redes sociales, en especial en las copadas por los enemigos a muerte de AMLO, se suceden una tras otra las amenazas de algarada sin ton ni son. Un pie de guerra caótico. Un tóxico caldo de cultivo repleto de funestos presagios, donde –zafios– los conspiradores hasta se curan en salud convocando a la Sedena (sic) a unírseles. Otros inventan fallidas marchas virtuales.
Ya prevenía esta columna que los gritos de asonada de la reacción ya se escuchaban in crescendo a corta distancia de Palacio Nacional. Hoy ya sin respeto alguno a la investidura, cualquier fulano o zutana increpa, insulta, maldice con gran cobardía a AMLO desde su anonimato. Una de estas internautas enajenadas, presas de odio visceral, cocinó una sopa de pasta coloquialmente llamada por la gente “sopa de letras”, en alusión a las figuras de que está hecha. Una vez servida su ración en su plato formó con ellas una mentada de madre contra AMLO y la hizo circular vía internet.
En esa atmósfera se han sucedido otros gritos conspiradores de más grave rebeldía, significativos por provenir de algunos gobernadores que de manera inopinada, falaz, llamaron a la separación de sus entidades del pacto federal, entre ellos el de Jalisco, con bien ganada fama de fascista atrabiliario y violador de la Constitución al usurpar el Poder Ejecutivo Federal en la implantación insólita en Jalisco de un toque de queda, facultad exclusiva del Presidente y el Congreso de manera conjunta
Y de un prominente empresario no menos nazi en su trato despótico con sus empleados a decir de ellos mismos, Ricardo Salinas Pliego, en especial favorecido en este régimen con las mieles de contratos federales como prendas de amistad, lo que hace aún más abyecto su presunto chantaje a López Obrador a ojos de muchísimos mexicanos que levantaron innumerables firmas para pedir que se le retirara la concesión para operar TV Azteca, origen de su fortuna y vínculo desde entonces con el aún poderoso Carlos Salinas de Gortari, a quien algunos, ante la inminencia de una posible consignación a Peña Nieto, atribuyen la mano que habría mecido la cuna de este episodio contra AMLO; si bien hay quien publica que el detonador fue el bloqueo de López-Gattel a permitir el ingreso a México de 2.5 millones de pruebas rápidas que Salinas Pliego habría comprado en China por considerarlas el subsecretario poco confiables en la medición del covid-19.
De manera por demás irresponsable, el empresario, propietario también de Banco Azteca y de la cadena de tiendas Elektra, de quien AMLO increíblemente se dice amigo todavía, estiró la liga de su hoy visible alianza política con AMLO y lanzó contra él, a un conductor más bien mediocre de su noticiario estelar, vía la interpósita persona del actual subsecretario de Salud, López Gattel, y conductor de la política federal en materia de control al coronavirus para quien pidió a la audiencia que “ya no le hicieran caso” en plena transmisión.
La gravísima y soliviantada acción de TV Azteca contra la salud de los mexicanos, así puesta en riesgo, levantó honda indignación popular, apenas equiparable a la decepción que en muchos provocó la bonhomía del Presidente para tomar el asunto a la ligera y aún más: López Obrador en abierto desacato a su juramento constitucional, por sí mismo se puso a la par que los transgresores de la normatividad en algo tan delicado para la gobernanza de su propio gobierno y pidió que no se fuera a sancionar de más a sus detractores y “amigos”; que ya con el apercibimiento expedido por la Segob bastaba en aras de una tergiversada libertad de expresión que constitucionalmente no es irrestricta.
Un episodio vergonzoso del que apenas como colofón bizarro cabría citar la subida al llamado tapanco de los enanos del locutor Ferriz de Con (Pedrete para sus fifís íntimos) que de plano ante ex compañeros del ITAM anunció proseguir su asonada radiofónica, en medio de la más grave crisis de salud pública que haya vivido el país. Avanzar una crisis política sería la consigna.
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