Algo se está haciendo bien, sin duda. El número de muertos por covid-19 en Nuevo León se mantiene notoriamente bajo. Aunque las comparaciones sean odiosas, quedarse en ocho fallecidos hasta ayer nos pone en buen lugar en cuanto a atención médica, cuidados generales, efectividad del encierro y vigilancia de la epidemia, entre otras cosas.
Pero decir lo anterior ya trae consigo un riesgo: el riesgo de bajar la guardia en un momento clave para mantener bajo control las cifras de la pandemia. Un momento clave para “aplanar la curva”, como se dice ahora no sin un poco de humor involuntario (nos daría risa si alguien quisiera “girar una cuesta”).
Está muy bien que hasta ahora haya pocos muertos por la enfermedad en el estado. Lo que no hay es la seguridad de que así siga. Estamos en un momento en que aún no salimos del “puede ser”.
En el estado de Puebla, por ejemplo, hay muchos muertos, con un número de contagios no tan arriba del nuestro. Lo que “puede ser” de entrada es que en realidad haya una cifra mayor de contagios allá y que no se detecten por falta de pruebas.
Y muchas otras cosas “pueden ser”. Ayer fue un día récord para Nuevo León, según la nota de César Cubero publicada hoy: 30 casos positivos y 66 hospitalizados. De estos últimos, 50 permanecen como sospechosos, aún no confirmados de covid-19.
Todavía “puede ser” que aquí hayan muerto más pacientes en calidad de sospechosos y no estén contados. O que el tratamiento aplicado esté dando buenos resultados en este entorno. Puede ser. O que los pacientes se estén detectando, por teléfono o mediante las app, en buen momento para ser tratados. Puede ser. O que los viejos, los diabéticos y los obesos se estén cuidando particularmente bien. Puede ser.
Aunque vamos bien puede ser que cambie. Por favor, no bajemos la guardia. Lo que es seguro es que este coronavirus, sus mutaciones, su reacción en distintos climas y latitudes y las respuestas que provoca en el cuerpo, todo eso, hoy por hoy, sigue siendo un enigma.
luis.petersen@milenio.com