Santamaría fue el puntal defensivo del pasillo de seguridad que Bernabéu necesitaba construir para hacer del Real Madrid el mejor equipo del mundo por mucho tiempo. El central era el mejor del mundo, un líder de la selección uruguaya. Di Stéfano llegó al Real Madrid en 1957, cuatro años después de ser pretendido por Bernabéu. Fue Di Stéfano quien solicitó a Don Santiago su fichaje para hacer el mejor equipo del planeta, un objetivo que el presidente y el mejor jugador del mundo perseguían en una ambición ilimitada que les llevó a crear un equipo infinito.
Di Stéfano y Gento llegaron al Real Madrid en 1953 y «Alfredo», como le llamaba «Don Santiago», rogó la adquisición de Santamaría desde el primer minuto.
Hijo de emigrantes gallegos, aguantó cuatro temporadas hasta ver hacer realidad su anhelo. Hasta que una tarde de abril de 1957 llegó a Uruguay una carta dirigida al Nacional de Montevideo, en la que el presidente del Real Madrid, Santiago Bernabéu, pretendía el fichaje de «José Emilio» con una buena oferta y de forma oficial. Así lo relata Santamaría en ABC.
Hijo de emigrantes gallegos, Santamaría consiguió jugar por fin en el que ya era mejor equipo del mundo. Gano cuatro Copas de Europa, la última en 1966
El dirigente albaceteño había seguido la carrera deportiva desde que me vio jugar con la selección uruguaya durante el Mundial de Suiza de 1954. De esta forma se iniciaron las negociaciones para mi traspaso al Real Madrid. Como en aquella época las comunicaciones eran muy lentas, el acuerdo final no se firmó hasta quince días antes de la final de la Copa de Europa que disputó el Real Madrid contra la Fiorentina en el Bernabeu. Ganó el Real Madrid. El título representó el segundo de los cinco consecutivos que celebró.
Su otra gran alegría fue jugar en la selección española, para felicidad de sus padres. «Lo hice en las dos selecciones, la uruguaya y la española, y soy ciudadano de ambos países y me siento muy orgulloso de ello»
«Con el apoyo incondicional de mi mujer Nora y con el primero de mis siete hijos ya nacido, me trasladé a España el 25 de mayo de 1957, inaugurando mi etapa como jugador del Real Madrid», señala Santamaría. «Este periodo fue maravilloso en todos los aspectos, tanto deportivos como sociales. Como jugador contribuí junto a mis compañeros a gestar la que se considera una de las más exitosas etapas de este club».
El defensa rememora su estreno: «Me integré en una plantilla cuajada de estrellas jugando como medio centro para pasar enseguida a la demarcación de defensa central. De mi primera etapa, y sin que en absoluto sea una lista exhaustiva, dedico un recuerdo a mis compañeros Di Stéfano, Puskas, Gento, Kopa, Rial, todos ellos maravillosos jugadores y excelentes compañeros. También dedico un recuerdo a otra generación de magníficos jugadores que prolongaron la tradición de éxitos del Real Madrid, tales como Amancio, Del Sol, Zoco, Pirri, Velazquez, Pachín, De Felipe y Miera. Mi agradecimiento a ellos y al resto de compañeros por haberme permitido participar en esa época dorada del Real Madrid y del fútbol mundial en general».
El mejor central de la época subraya tres momentos culminantes de esa trayectoria legendaria. «De los innumerables partidos jugados quiero mencionar tres que se han quedado grabados en mi memoria. El primero fue el de la Copa Intercontinental de 1960, en la que ganamos al equipo que había sido mi permanente rival en mi época de jugador del Nacional, el Peñarol de Montevideo. En el partido de vuelta que jugamos en el Bernabéu salimos con un ritmo muy fuerte y a los diez minutos ya ganábamos 3-0 y habíamos estrellado tres balones en el palo, dejando casi sentenciado el partido desde los primeros minutos».
El segundo encuentro se jugó en la tercera Copa de Europa: «Nos enfrentamos al Milán. Venían con grandes expectativas de ganar y el partido estuvo muy igualado hasta el final del tiempo reglamentario. Terminamos los 90 minutos 2-2. Durante la prórroga Rial marcó el tanto de la victoria».
Y el tercer gran cuadro de sus recuerdos lo remata la final de la quinta Copa de Europa frente al Eintrach de Francfort en Glasgow: «El Eintrach era un equipo muy joven que a los pocos minutos nos hizo un gol por la banda. Sin embargo el equipo no se entregó y marcamos siete tantos que nos dieron la victoria por 7-3. Como botón de muestra de la disciplina imperante en el club en aquella época recuerdo la celebración, que consistió en galletas y naranjada, ya que se pretendía que los jugadores estuviésemos frescos y disponibles desde el día siguiente al partido».
El zaguero subraya otro recuerdo especial: «Queda mencionar mi satisfacción por haber sido jugador de la selección española. Este hecho constituyó para mí un especial motivo de orgullo y, para mis padres, una de las mayores alegrías, debido a sus orígenes españoles. De esta forma he podido defender los colores de los dos países de los que me considero ciudadano, Uruguay y España».
José Emilio rubrica su capítulo privado: «En el capítulo familiar, durante esta época formé una hermosa familia de siete hijos y ahora estoy rodeado de nietos».
Y ensalza la relevancia de militar en el Real Madrid: «En lo social, sin que aquí me mueva mi sentimiento madridista, el formar parte de un club reconocido internacionalmente como uno de los mejores clubs del mundo, me empujó a alcanzar la popularidad permitiéndome conocer e incluso trabar amistad con personalidades de diferentes sectores de la sociedad, amistad de la que en muchos casos continúo disfrutando en la actualidad. En definitiva, y como se deduce de lo que he contado, esta fue una etapa de felicidad y plena realización tanto en lo deportivo como en lo personal y social. Mi retirada llegó en 1966, cuando gané mi cuarta Copa de Europa, inaugurándose una nueva etapa de mi vida, la de entrenador».