En el Congreso de Hidalgo se encuentra atascado el proceso para aprobar el Presupuesto 2020 para el estado. No se sabe con certeza qué ocurre porque tampoco tiene el Congreso un sistema de comunicación solvente. Lo peor, lo más grave, la mayoría de los diputados no sabe cómo van a salir del atolladero. Tenían los diputados como límite el 22 de diciembre para aprobar el presupuesto y aún vencido el plazo legal no hay certidumbre sobre el procedimiento. En 3 ocasiones se ha cancelado la sesión para analizarlo con un triste pretexto: falta de quórum, casi sinónimo de pereza.
El fondo del asunto es más complicado. Cuando existe Gobernador y Congreso de diferente partido, el presupuesto es la oportunidad que tienen los diputados de hacer sentir su poder. En democracias consolidadas una condición semejante es el momento de los grandes políticos que logran acuerdos brillantes en base a las plataformas. No es el caso de Hidalgo. Aquí, el grupo de Morena que era mayoría en el Congreso se fracturó. Es decir, no hay mayoría, no hay liderazgos. Es claro que sirven a dos amos con intereses confrontados. El año pasado decidieron sobre el presupuesto como un botín y asignaron partidas fuera de toda razón técnica a la Universidad del Estado y una dudosa cifra de 750 millones de pesos que, dijeron, eran para obras en los municipios. No hubo tales obras porque la cifra era un fantasma, no así lo asignado a la UAEH. El panorama es más complejo por una severa contaminación política. La crisis por el voto diferenciado sobre el tema del aborto y la trivialidad por el manejo de dinero público no augura nada positivo. Hoy hay cita a las 10 horas.