A fuerza de circunstancias excepcionales, y con la anomalía convertida en rutina de la vida pública, hay españoles que esperan de cada intervención del Rey una salida en tromba como aquella del 3 de octubre de 2017. Sin embargo, ni la coyuntura, siendo grave, es la misma ni la Nochebuena aconseja presentarse en la casa de los españoles con cara de golpe de Estado. El monarca tiene el margen institucional muy tasado y además el juego político tiende a achicarle cada vez más el campo; salvo emergencia nacional, como fue aquel caso, está obligado a callar lo que no le gusta y a moverse en un espacio de neutralidad, equilibrio y respeto al engranaje partitocrático. No es difícil colegir la...
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