Poco queda en Los Vengadores de esos justicieros indómitos de antaño que utilizaban la noche, y sus sombras, para combatir una justicia corrupta. Los superhéroes actuales operan a la luz del proyector de las salas e imponen su ley a golpe de taquilla. Siguen llevando capa, pero ya no son los rebeldes que lucharon contra un sistema adulterado, porque, tal y como se quejaba Martin Scorsese, la norma ahora es ir contra la corriente, esa que imponen Marvel, DC y demás héroes con mallas.
Sí fue una «outsider» Hedy Lamarr, esa diva del Hollywood clásico que rompió los estereotipos femeninos salvando la democracia. La actriz de «Sansón y Dalila» (1949), madre del Wi-Fi, tuvo un destacado papel en la Segunda Guerra Mundial, frustrando los planes nazis para neutralizar torpedos de los aliados a través de un sistema que extrajo del mundo del cabaret. También John Ford, que mataba indios en sus wésterns pero les daba trabajo, defendía su dignidad y hasta se ganaba motes cariñosos como «Natani Nez» fuera de la pantalla.
«A Ford se le ha entendido muy mal, se ha manipulado su filmografía intencionadamente y, probablemente, es uno de los humanistas que mejor ha entendido el choque de generaciones en Norteamérica», defiende en una entrevista con ABC David Felipe Arranz, autor de «Indios, vaqueros y princesas galácticas. Los rebeldes del cine» (Pigmalión). Un ensayo, prologado por el crítico Fernando R. Lafuente, que desgrana las claves de esos antihéroes que le dieron color a una industria añeja, desde los directores que filmaron el holocausto indio a Peter Fonda y Dennis Hopper, esos moteros de «Easy rider» que «le dieron la vuelta al wéstern e hicieron contracultura de un símbolo de los Estados Unidos».
No olvida tampoco a los creadores que, desde géneros como la comedia, la aventura o el bélico, también se salieron del patrón, y que van corriendo nuevas aventuras en las páginas de este «laberinto de heterodoxos», en palabras de Lafuente, que destaca en el prólogo la «memorable» capacidad de Arranz de «contar con enorme cercanía la erudición, el dato preciso, el momento y el valor de cada película, director, intérpretes y su lugar en la historia del arte del siglo XX».
Aunque para insumisa la Princesa Leia
de la fallecida Carrie Fisher, a la que Arranz homenajea en el título del libro. «Más que princesa es reina de la memoria rebelde de todas las galaxias. Aporta características personales, mirada fija, aplomo, madurez impropia de su edad y un equilibrio único entre su belleza y sensualidad y su habilidad para las escenas de acción, capaz de manejar el bláster mejor que Han Solo (Harrison Ford)», alaba el escritor y periodista sobre el personaje de «La guerra de las galaxias», al que compara con la Vienna que interpretó Joan Crawford en «Johnny Guitar» (1954):«Son mujeres que se hacen rebeldes por propia subsistencia en el durísimo mundo de los cowboys, ya sea del lejano Oeste o de los viajes interestelares».
El último indómito
En una época en la que los superhéroes dominan el circuito comercial, el autor asiste al final de los rebeldes, sepultados por un «sistema que marca sus cauces de distribución y un tipo de cine que es el que gusta en las salas». Por eso considera a Robert Redford en «The old man and the gun» el último de los indómitos. «Redford se convierte en ese Robin Hood que ejerce el contrapoder, ese héroe romántico que se infiltra en el inexpugnable sistema de seguridad de la banca. Es el último rebelde porque no hay muchas películas en las que un hombre solo se encargue de dinamitar todo un imperio», afirma sobre la despedida del actor.
