Vaya un papelón en el que, a fuerza de dar tumbos desde 2015, nos hemos acabado encontrando. Dos elecciones este año (el 28 de abril y el 10 de noviembre) y todo sigue como al principio, si no peor, a salvo de la «espantá» (tras la segunda ocasión) de Albert Rivera, o más bien el reconocimiento, tardío y parcial, de que su ciclo, tan ilusionante en los inicios, había llegado al final. Lo que tenemos es un presidente en funciones, lo que, traducido a la lengua de Cervantes, más bien sería sin funciones, en el sentido de carente de capacidad para tomar decisiones.
Si finalmente Sánchez se ve ungido con la confianza parlamentaria, será sólo porque los independentistas catalanes piensan...
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