Parecía irrecuperable. Zidane habló muy claro con Francisco Alarcón en el verano. Iba a ser suplente y tendría que aprovechar sus oportunidades si se quedaba. Había recibido una oferta de Guardiola para marcharse al Manchester City. La desechó, pues iba a ser padre por segunda vez y su familia prefería quedarse en Madrid, a dos horas de tren de Málaga. Permaneció en el club blanco a sabiendas de su pase a la reserva. Una lesión en el bíceps femoral, en agosto, radicalizó su vida en el segundo plano. Solo jugó veinte minutos en el mes de septiembre antes de reaparecer como titular en Son Moix el 20 de octubre y fracasar junto al resto del equipo. Lento, pesado, aquel partido le marcó. Benzema era y es el ejemplo a imitar.
Su falta de forma era alarmante. La «bronca» calmada que Zidane lanzó a la plantilla en los días siguientes, cuando se ganó en Estambul 0-1 y se salvaron los muebles de la Champions, fue justa, necesaria y decisiva para muchos futbolistas que vieron las mismas orejas del lobo que acechaba a Zinedine. Hubo una reacción general del equipo. Isco se ha subido al carro.
El malacitano era suplente fijo desde que se enfrentó a Solari hace un año. Lejos queda su titularidad brillante con Lopetegui, primero con España y luego en el Real Madrid. Su antagonismo con el técnico argentino le llevó a no luchar por jugar. Gran error. No estaba en forma cuando Zidane regresó al mando en marzo. El francés le dio algunas oportunidades durante la primavera, pero Isco no estaba para ser titular. La historia se ha repetido esta temporada, perjudicado por la lesión. Hasta que la situación complicada del equipo blanco en octubre y la realidad crítica de su propio futuro personal le hizo cambiar de registro. Debía cambiar.
Tenía que entrenarse con dureza para volver a ser Isco. Para volver a ser alguien en el Real Madrid y en la selección española. Su reto es estar en la Eurocopa. El regreso de Luis Enrique, que siempre confió en él, es un acicate para su mejoría. Está ilusionado con ese objetivo.
Robert Moreno no contó con el malagueño, aunque es cierto que su suplencia desde la etapa de Solari, las lesiones y su flojo estado de forma lo hicieron imposible en este último año natural.
Pocos creían en él. El transcurso de un año en la oscuridad ha significado que muchos le consideren irrecuperable. «Tiene más michelines que yo», decían sus críticos. «Parece que juegue un partido de solteros contra casados», remataban. Sin ser un futbolista que destaque por su poderío biológico, hoy presenta un cuerpo enjuto.
Zidane aprovechó el aplazamiento del clásico para realizar una minipretemporada en la que Francisco Alarcón se puso el primero de la fila. El último periplo de selecciones permitió al malagueño, otrora internacional fijo, llevar a cabo una segunda pretemporada de dos semanas de definición física.
El resultado es evidente. Ante el PSG ejerció muy bien como media punta, entre líneas, su misión idónea, durante setenta minutos. Isco desea recuperar el tiempo perdido, que es demasiado, trece meses.
Zidane tiene planificado presentar cuatro centrocampistas en los grandes partidos y el andaluz vislumbra hueco en ese sistema como vértice más avanzado del rombo. El entrenador apuesta por quitar ese tercer punta en los encuentros complicados, en detrimento de Bale, y el malagueño aspira a ocupar la plaza del galés. Rodrygo no es un problema. Tendrá muchos minutos a lo largo de la campaña, pero en los enfrentamientos de alto nivel, como el próximo clásico, Zizou se agarrará a la veteranía.
Isco se juega mucho en los siete meses que restan de campaña. Su porvenir en el Real Madrid y en la selección española. Hace dos temporadas, cuando ganó Liga y Champions con Zinedine, firmó contrato hasta 2022. Desde que Lopetegui se marchó en octubre del pasado año no ha tenido protagonismo. Y un futbolista internacional como él no puede continuar otro curso en el anonimato. Solo suma 324 minutos de competición y tres partidos como titular en su equipo. Si no vuelve a rendir, será transferible en junio. Lo sabe. Y la oferta del Manchester City sigue perenne.
La Eurocopa es el reto paralelo que potencia su trabajo en Valdebebas. Fue titular y disputó todos los minutos con España en el Mundial de Rusia y quiere recuperar ese protagonismo. No desea sufrir las decepciones del Mundial de Brasil y de la Eurocopa de Francia, fases finales a las que no acudió aunque disputó bastantes partidos de clasificación.
Cumple 28 años en abril. Se encuentra en la madurez que marcará su carrera. Para estar en la Eurocopa necesita ser importante en el Real Madrid. Zizou le ha hecho un guiño. Puede ser el hombre que, junto a Rodrygo, siente a Bale. Una cosa es segura: Bale e Isco no continuarán juntos la próxima temporada en el Real Madrid. Dos internacionales de lujo en la reserva es eso, demasiado lujo.