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Seamos conscientes. Es difícil hacerlo peor. Hay ejemplos que resultan abrumadores. El pasado viernes me tocó almorzar en Londres al lado de un veterano diplomático marroquí al que trato desde hace veinte años. Ambos participamos en un grupo de debate de política internacional que se reúne dos veces al año en distintas partes del mundo. Nos conocemos, pero no tenemos una relación estrecha. Él ha sido embajador en Londres, Nueva Delhi y Berlín. No creo que haya muchos currículos mejores en la carrera diplómática marroquí. Además fue el primer impulsor de la Université Mohamed VI Polytechnique, situada en Benguérir, cerca de Marrakech. Mi interlocutor me preguntó por la marcha del «problema catalán» ante lo que yo le hice una descripción...
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