José María Yazpik escribió, dirigió, protagonizó y produjo Polvo, un filme que habla de pasiones inconclusas y ambiciones desconocidas, tocando de paso y de manera universal el estado actual de una sociedad frágil y desprotegida, donde el narcotráfico y la migración están presentes; todo, a través de la historia de su pasado, inspirado y filmado en un lugar que visitaba en su infancia.
Con la idea de convertirse en un actor de Hollywood, el Chato (Yazpik) deja San Ignacio en 1972; diez años después, un cargamento de cocaína cae sobre el pueblo y él, sin el sueño cumplido y con otro tipo de vida, es encomendado por la mafia de Tijuana para recuperar la droga. Así, tendrá que conseguir los paquetes y mantener la paz en el pueblo, mientras se confronta con la posibilidad de recuperar a su antigua novia y el hijo que no sabía que tenía.
“Es una historia de reencuentro, es una reflexión sobre las decisiones que tomamos y las consecuencias de las mismas (…) Sin ser una película sobre el narco, estamos viendo los inicios de esta situación que se vive en el país”, dijo a M2.
Y añadió: “Llevarlo al interior de la República era necesario, de ahí es donde la gente se mueve y se va, la concentración es distinta, las oportunidades son otras, sobre todo en un lugar tan aislado e inhóspito, son muchos los que se van y pocos los que regresan, San Ignacio ya no es como era hace 30 años, hay menos niños, la gente ha tenido que irse del pueblo por las necesidades”.
A su lado se encuentra Mariana Treviño, quien da vida a Jacinta, el amor que el Chato dejó cuando se fue del pueblo; la actriz destaca que es una historia muy personal de Yazpik, en la que tuvieron que meterse dentro de la piel de las personas que él recuerda y en la naturaleza que él disfrutaba.
“Es una película de nostalgia, porque Chema vivió ahí su infancia. Es una reflexión de la necesidad que siempre se tiene como persona de volver a esos primeros años, de volver a esos recuerdos que te marcaron cuando eras niño, porque ahí están muchas respuestas y muchos lugares donde nuestra alma se reencuentra consigo misma y hace una reflexión del cúmulo de decisiones que somos”, indica.
Y agrega: “Es muy auténtica, la historia que se cuenta es en el lugar, no es ningún set, es el pueblo metido a 11 horas en el desierto, que está muy resguardado y se mantiene muy puro, con muchos de los personajes de los que Chema se acuerda y una majestuosidad en su naturaleza. Todo se logró, lo que Chema quería contar de su familia y los espacios”.
Al escucharla, el director admite que su mayor temor era no poder plasmar el tono, las temperaturas y los sabores del lugar que visitaba de niño, sobre todo encabezar tantos ámbitos de la producción; pero la gente oriunda que ha visto la cinta le ha dicho “Sí es, pues”, con ese tono norteño que todo el elenco usa en Polvo: “Fue un gran reto, al principio lo veía gigantesco, decía: ‘No voy a poder hacer esto, en qué problemón me metí’. Pero al resolver pasito a pasito cada problema que se fuera presentando, cuando me di cuenta ya estaba todo listo y nada más faltaba filmar.