Daniel trabaja desde los 18 años como la mayoría de los uruguayos y se graduó de Ingeniero en la Universidad de la República. Su trayectoria como gobernante es fecunda y conocida. Entre sus logros está proyectar, planificar y liderar el cambio de la matriz energética. Eso es “cambio”. Y lo más importante: su probada capacidad de diálogo tanto a nivel político como con la ciudadanía.
Lacalle no ofrece certeza. No tiene la experiencia de gobierno ni un programa que pueda hacer público. Las propuestas trascendidas son meras expresiones sobre las cuales lo cierto es que los gobiernos del Frente Amplio ya han avanzado y sido reconocidos en estos 15 años.
Presidir un país no es lo mismo que compaginar una buena publicidad. Basta mirar Chile o Argentina. Piñera tiene el estallido del crecimiento sin distribución. Crecer no basta. Macri improvisó, la pobreza se disparó y la economía colapsó. Lacalle aplaudió y puso de ejemplo el inicio de esos procesos, que a la luz de sus resultados ahora opta por el silencio. También intenta por todos los medios dejar en el olvido el gobierno nacionalista de los 90. Tiempo en que la economía crecía y los salarios bajaban – tal como lo señala siguiente gráfica hecha por el Soc. Juan P. Labat en base a datos oficiales.
No volvamos al pasado si no queremos reincidir en la ausencia de oportunidades y la pobreza. Tenemos que seguir profundizando en oportunidades. Las oportunidades germinan cuando hay políticas que las apuntalan.
La lista de avances de estos 15 años es enorme así como son nefastas las consecuencias de la última vez que cogobernaron los opositores.
No tenemos derecho a negarle futuro a ese 45% de jóvenes entre 18 y 45 años que por amplia mayoría con relación a los otros partidos volvieron a elegir al candidato del Frente Amplio.
El candidato Lacalle intenta alianzas cupulares a cambio de promesa de cargos. Fue el camino elegido de un estilo de política absolutamente perimido. Menos de uno de cada tres uruguayos lo apoyó en la reciente elección. El candidato a presidente que promete austeridad pero no votó el abatimiento del déficit de la Caja Militar ni topea los sueldos de las intendencias; que “amenaza” con transparentar al mismo tiempo que recibe el apoyo y no sanciona a quienes como intendentes de su propio partido tienen actuaciones reñidas con la justicia y la ética; que tampoco apoyó por vía legislativa los concursos en las intendencias ni el proyecto de ley de Transparencia de los Partidos Políticos – que toda la ciudadanía reclama -. Toda una paradoja que define en sentido cabal el concepto demagogia.
El próximo 24 de noviembre la ciudadanía elegirá para presidente el candidato que genere mayor certeza. Ello exige dos cosas a la vez. La primera es comparar a los candidatos. Sus realizaciones, formación y experiencia. La segunda y no menos importante es tener presente las paupérrimas condiciones en que estaba la amplia mayoría de compatriotas en el último “gobierno bicolor”, valorar la democratización de oportunidades logradas en estos quince años y atender que no es por casualidad que el mundo reconoce nuestros avances.
Ni una sola propuesta asociada a desarrollo e inclusión plantea Lacalle. Nunca lo hizo. Ni cuando fue legislador ni ahora. Solo quejas. Irradia la idea de la crisis desde que llegamos al gobierno. Nunca lo aceptaron. Nunca colaboraron. Ni tampoco quisieron ser parte de la solución. Al principio resignados y luego victimizados. Siempre palo en la rueda.
En síntesis: la victoria de Martínez sobre Lacalle será el triunfo del país del desarrollo y los derechos sobre la filosofía neoliberal portadora de exclusiones y desigualdades. Esta elección la ganamos entre todas y todos. A militar y a no bajar los brazos.
¡Vamos a ganar! #MartínezPresidente.