El documental estrenado este verano en Netflix, «The Rolling Thunder Revue. A Bob Dylan Story», cuenta los entresijos de la carnavalesca gira que el músico de Duluth hizo entre los años 1975 y 1976, en la que le acompañaron Joan Baez, Roger McGuinn (de los Byrds), el poeta Allen Gingsberg o gente que se sumaba en cada nueva ciudad como Patti Smith, Joni Mitchell, Ramblin’ Jack Elliot, Robbie Robertson y Rick Danko de The Band, Arlo Guthrie, Gordon Lightfoot o Richie Havens. La película, dirigida por Martin Scorsese, también cuenta una inverosímil historia de amor platónico entre Dylan y Sharon Stone, que comienza en las puertas de un concierto al que la futura actriz acudió con su madre.
«Mi madre quería ir a la gira de Bob. Pero nadie quiere ir a un concierto con su madre. En especial a los 19 años», cuenta Sharon Stone en la extensa entrevista con ella que se incluye en el documental. «Para rebelarme me puse una camiseta de Kiss. Así que no sé quién se avergonzó más, si yo o mi madre. Fuimos al concierto y al intentar entrar, los tipos de la puerta revisaron mucho nuestras entradas y nos dijeron que no podíamos entrar. Y luego vino un tipo que tampoco tenía entrada, que también intentó pasar y el policía de la puerta no lo dejó. Al final un grupo de personas salió y apareció Bob. Justo antes de entrar él se dio vuelta e hizo un gesto para que nos dejaran pasar a mí y a mi madre. Yo estaba avergonzada, pero mi madre dijo: "Vamos". No quería hacerlo, pero mi madre me empujó y al final entramos con Bob. De repente, él se dio vuelta y vio mi camiseta. Entonces, dijo: '¿Te gustan?' Y me di cuenta de que quería hablar de Kiss. Creo que yo intenté sonar inteligente, así que dije: "Bueno, creo que pintan sus caras al estilo kabuki". El dijo: "Seguro que Okuni nunca escupió sangre sobre el público". Y yo dije: "¿Okuni?" Y él respondió "Izumo no Okuni". Ella fue una de las creadoras del teatro kabuki».
El documental cuenta que tiempo después, se volvieron a encontrar por casualidad en un parque. «De pronto escuché que alguien me llamaba diciéndome "Hey, Kiss"», cuenta Stone. «Me dijo que por qué no me iba de gira con él, y me incluyó en su equipo como asistente de vestuario». La actriz relata cómo le hablaba a Bob de sus sueños de triunfar en Hollywood, y cuenta que el músico un día le cantó «Just like a woman» en el backstage, susurrándole al oído. Dylan le dijo que aquellos versos, que hablaban de una joven que «hace el amor igual» que una mujer adulta, los había escrito para ella. Pero ella después decubrió que la canción había sido compuesta diez años antes.
«Ella era muy joven, pero parecía mayor para su edad», dice el propio Dylan en el documental, que poco a poco empieza a insinuar que hubo algo más que amor platónico entre los dos, e incluso que aquella camiseta de Kiss fue la que le inspiró para aparecer con la cara maquillada en los conciertos de la gira Rolling Thunder Revue. De hecho, la película también cuenta que la violinista del grupo, Scarlet Rivera, tuvo que ver en eso. «Era un poco rara. La mayoría se alejaba de ella, pero yo no», cuenta el músico. «Su novio en ese entonces era el líder de Kiss. Me llevó a Queens a verlos. Tocaban en un club pequeño. Se pintaban la cara y eso me parecía interesante. Aún recuerdo eso».
Son anécdotas realmente increíbles. Tanto, que no son ciertas. Se trata de un travieso montaje: ni Sharon Stone conoció al artista en 1975, ni mucho menos se unió a su gira. Y evidentemente, Dylan no se inspiró en Kiss para su «face-painting». Es más, el documental cuela un buen puñado de mentirijillas más, como que el promotor Jim Gianopulos se hizo cargo de la gira, o la existencia de un director de cine llamado Stefan van Dorp, o de un congresista famoso en la época llamado Jack Tanner (en realidad era un personaje creado por el actor Michael Murphy en el falso documental político «Tanner ’88» de Robert Altman). Pero, ¿por qué hizo esto Scorsese?
La clave hay que buscarla en el propio título del mockumental, «The Rolling Thunder Revue. A Bob Dylan Story». Lo que el cineasta hace en la película es contar UNA historia sobre Bob Dylan, no LA historia. Haciendo honor al espíritu de mascarada que tenía la propia gira, Scorsese inventa, fabula, para crear un relato mitológico con todos los ingredientes de cualquier epopeya que se precie, en el que, además, realiza una metafusión de sus dos pasiones, la música y el cine. ¿Genialidad? ¿Capricho absurdo? El resultado es consistente, desde luego, ya que el documental combina estos fakes con otras escenas realmente impactantes, como la que muestra a Bob Dylan y Joan Baez haciéndose una confesión que supone el momento más revelador que ningún documental musical haya mostrado jamás. «No me gustó que te marcharas para casarte», le dice él a ella. «Tú lo hiciste primero y no me lo dijiste. Deberías habérmelo dicho», contesta la cantante. «Sí, pero es que me casé con la mujer que amaba», replica él con frialdad. «Lo sé. Y yo me casé con el hombre al que creía amar». ¿O ahí también están jugando con nosotros?