Por Fernando Gómez Redondo. En 1944 se lanzó una colección de «Novelas de amor» bajo el nombre de Editorial ALA (acrónimo de Autores Literarios Asociados), dirigida específicamente a un público femenino; se inauguraba con la única obra conocida de este Andrés Avizor y con un título que remite a una de la escenas clave del imaginario ajedrecístico. Se trata de uno de los primeros productos de la novela rosa o sentimental, cuyo único valor reside en el retrato idealista de una época alejada por completo de las duras condiciones de las que, en la década de 1940, dejaron fiel reflejo otros textos emblemáticos, aparecidos justo en 1944:
Hijos de la ira de Dámaso Alonso,
Pabellón de reposo de Camilo José Cela o
Nada de Carmen Laforet, ganadora en ese año del primer Premio Nadal. [...]